Tomar decisiones sobre cómo hacer investigación. Realismo y Constructivismo.


Por: David Castillo Arceo

En el presente ensayo trataré de esbozar los problemas que surgen en la labor de hacer que una investigación sea congruente con el modo en que el investigador entiende el mundo y que, por otro lado, esto no restrinja la posibilidad de comunicación, evaluación y discusión en el campo de la academia.

Partiré de mi propia experiencia  alrededor de éste primer semestre en el doctorado,  la dificultad personal de poder ubicar hacia donde dirigir mi trabajo y  cuáles son los supuestos a los que me había comprometido proponiendo desde un primer momento una metodología particular, todo ello para ejemplificar el complejo camino de la congruencia epistemológica.

Para tal labor me utilizaré el esquema que Madill et al. (2000) proponen sobre realismo, constructivismo contextual y constructivismo radical en el campo de las investigaciones cualitativas. Siguiendo a Madill et al., hablaré de modo general de las diferentes formas de percibir, negar o reconceptuaizar los términos de “objetividad” y “confiabilidad” como modos de evaluación de las investigaciones que se diseñan bajo metodologías cualitativas.

Sobre la investigación cualitativa y cuantitativa.

Todos los investigadores en algún punto de nuestra carrera hemos escuchado el argumento de que “los métodos cuantitativos no son capaces de mostrar la riqueza de los eventos estudiados lo que provoca una perdida sustancial de lo que “está” ocurriendo”. En psicología – carrera de donde provengo – esto  lo he percibido en la sensación que me quejaban las investigaciones hechas al estilo de un laboratorio: definiendo las variables independiente y dependientes, haciendo variar la primera y reportando lo que sucede con la segunda, etc. Esto no empataba con mi experiencia de vida cotidiana; en el día  día no observamos variables independientes y variables dependientes sino personas en complejas y constantes interacciones, difíciles de explicar en tales términos.

Pareciera además que hay un punto de vista generalizado entre los investigadores cuantitativos de que la investigación cualitativa es algo así como la hermana menor de la primera, entendamos esto en términos de inmadura – imprecisa, juguetona.

Para terminar con la discusión y evitar el debate he escuchado decir que las investigaciones cualitativas complementan a las cuantitativas. Sin embargo, esto es cierto solo en la medida en que creamos que el único problema se encuentra en que las cuantitativas miran una parte de la realidad y las cualitativas miran la otra parte – como una posible interpretación a la parábola india de los sabios ciegos que se encuentran por primera vez con un elefante(1) – o, alternativamente, si pensamos que las cuantitativas miran lo macro y las cualitativas lo micro, que las cualitativas se enfocan en el evento particular y las cuantitativas en las características comunes de múltiples eventos.

Creo yo que, en el fondo del debate entre lo cuanti y lo cuali – y dentro de las investigaciones cualitativas, las muchas formas de dirigirse – se encuentran, no únicamente dos, sino múltiples creencias sobre lo que entendemos del mundo.


Nuestras creencias sobre el mundo.

He puesto intencionalmente el término creencia en este artículo para hacer énfasis en la arbitrariedad de las mismas por un lado y a su poder para prescribir el mundo, es decir, para conformar y dar validez a nuestro modo de observar el mundo y, de modo tangencial, como sucede en cualquier grupo social basado en un dogma de fe, para considerar la propia creencia en un valor mayor que la del otro. Entiendo, sin embargo, que la definición de sentido común del término creencia carga con la idea de conciencia y voluntad, es decir, la creencia de que nuestras creencias son explícitas y voluntariosas, que tenemos conciencia de las mismas y que actuamos, hiperracionalmente, teniendo presente a cada momento lo que creemos.

Cuando me refiero a creencias quiero decir entonces los supuestos onto-epistemológicos que fundamentan nuestro actuar en el mundo, sin que ellos sean necesariamente conscientes en todo momento para el individuo pero, por otro lado y alejándome un poco de las teorías naturalistas, “creyendo” que dichas creencias pueden ser traídas a la conciencia y explicitadas en términos lingüísticos.

Mis creencias sobre el mundo.

Mientras pensaba en entrar a un Doctorado una de las primeras cosas que me preocuparon era que la investigación que fuera a realizar no se contrapusiera con mis creencias sobre el mundo. Regularmente,  en los modos de hacer investigación en México dentro de la psicología he percibido una tendencia a las tipo “cuanti” y, por otro lado, ha desprestigiar aquellas que no siguen el rigor metodológico del método “hipotético-deductivo-científico”. Creo que estas investigaciones han fortalecido la creencia de que el psicólogo sabe algo sobre las personas a quienes investiga que ellos mismos no saben, que explicita una supuesta jerarquía  de conocimiento. En la clínica me parece aún peor el asunto. El psicólogo positivista cree que tiene respuestas y soluciones genéricas a los problemas y frustraciones de los otros y en base a conocimientos “científicos” aconseja sobre cómo resolver esto. Pienso que esto es una falta de respecto a las experiencias del ser humano que tenemos frente a nosotros y que, además, no contribuye realmente a su crecimiento personal.

A finales de mi carrera encontré una postura dentro de la psicología que empataba en cierta medida con mis creencias del mundo, un humanismo fenomenológico-existencialista que propone la teoría de Carl Rogers.

Rogers (1979) plantea, entre otras cosas, que nadie conoce mejor los modos de resolver sus problemas que la propia persona que los ha experienciado y que la mejor manera de ayudar al otro a resolverlos es ofreciendo un espacio libre de amenazas donde esta persona pueda reconstruir su experiencia y encontrar soluciones personales a dichos problemas. Ese espacio libre de amenazas supone para el terapeuta tres posturas frente al otro: aceptación, congruencia y empatía, que aterrizan en la no-directividad; en la creencia de que no hay “prescripciones genéricas para un tipo de problema” sino personas individuales con problemas particulares y modos particulares de solucionar sus problemas. Creo que ésta es la mejor forma de estar con y frente al otro, no solo en la terapia.

Bajo estas creencias comencé a buscar métodos de investigación compatibles con mis ideas del estar con el otro. Así llegue a la teoría fundamentada. En algún punto de esta búsqueda concebí en la propuesta de Glasser algo bastante parecido a lo que buscaba, debido a que lo que se plantea en esta forma de investigar es: (1) que busca delimitar el estudio a la principal preocupación y su solución recurrente por parte de los que están siendo estudiados (sus intereses sustantivos), y (2) trata de evitar preocupaciones profesionales preconcebidas para enmascarar lo que realmente sucede en el campo de estudio (Christiansen, 2007) .

Había, sin embargo, algo en la propuesta que no encajaba del todo con lo que entendía acerca del mundo. No fue sino hasta que di con el texto de Madill et al. que reconocí el porqué de esto que no encajaba. Todo ello tenía que ver con la frase “enmascarar lo que realmente sucede en el campo de estudio”; pero ¿qué es lo que realmente sucede?.

Realismo, constructivismo contextual y constructivismo radical.

Madill et al. (2000) utiliza dos ejemplos del análisis  bajo la  teoría fundamentada de dos investigadores a las entrevistas a familiares de pacientes con esquizofrenia para dar cuenta de que nuestros supuestos epistemológicos tocan de manera determinante lo que concluimos respecto a los datos.

Por un lado se encuentra el realismo como una postura que “descubre el conocimiento” y que, dentro de las investigaciones cualitativas, queda explícito en la pretensión de que la investigación tenga un alto grado de objetividad y confiabilidad.

Distinguen entre tres nociones de realismos: (1) afirmar que el mundo es cognocible justo como parece ser, (2) agregar a lo anterior que, aunque es falible, el método científico puede darnos representaciones reales del mundo y es el mejor modo de investigar, y (3) poner en entredicho lo anterior dado que el modo en que percibimos los hechos dependen, en parte, de nuestras creencias y expectativas, sin abandonar por ello la idea de que hay una realidad a la cuál nos acercamos.

La objetividad y confiabilidad, como forma de evaluación de las investigaciones cualitativas, pasan tal cual o con ciertas modificaciones cuando se busca validez en esta perspectiva. Un ejemplo de esto, agrega, es la triangulación realista (pag.5) donde múltiples investigadores, métodos de investigación o teorías que hablan e investigan un mismo tema deben llegar a conclusiones similares para que se acepte la precisión y objetividad de las mismas. Si no se llega a las mismas conclusiones se puede argumentar que los investigadores no están lo suficientemente entrenados, que no hubo un adecuado rigor en el escrutinio del material o que están forzando en los datos categorías favorecidas por su cultura en lugar de aquellas que son pertinentes en correspondencia con las tres nociones de realismo.

Una investigación basada en el constructivismo contextual rechaza el criterio de objetividad y confiabilidad. No hay una realidad que pueda ser revelada por un método correcto dado que el conocimiento es local, provisional y dependiente de la situación:

“[...]tanto el investigador como el sujeto de investigación son seres conscientes interpretando y actuando en el mundo alrededor de ellos dentro de redes culturales de significado” (Giorgi, 1995; citado en Madill et al., 2000:9, traducción propia).

Ante ello se explicitan cuatro dimensiones que afectan – en el sentido de contribuir y no de sesgar – la producción del conocimiento: (1) los modos de comprensión del participante, (2) la interpretación del investigador, (3) los sistemas culturales en donde están insertos tanto uno como el otro y (4) el juicio que exista de la comunidad científica en juzgar ciertas interpretaciones como validas o no (pag. 9).

La validez en estas investigaciones se evalúa verificando que la interpretación del investigador se acerque a los modos de comprender del participante, por ejemplo, consultándolo, un tipo de validez testimonial. Se espera además que se expliciten los presupuestos culturales del investigador y sus emociones, y que el análisis tome en consideración ambas cosas:

“De hecho la empatía provista por la humanidad compartida y un entendimiento cultural común puede ser un importante puente entre el investigador y el participante y un recurso analítico importante.” (Madill et al., 2000:10, traducción propia).

Las diferencias de una postura constructivista y una realista está en el énfasis en que los resultados son vistos como una construcción inter-subjetiva de significados o como un descubrimiento a partir de los datos. Una postura constructivista entonces pretende explicar, no predecir y, aunque el análisis siempre será parcial y subjetivo, los resultados pueden justificarse en el grado en que estén cimentados (grounded) en los eventos donde se recopilan – y construyen – los datos.

Por último, un constructivismo radical propone que “ninguna realidad existe fuera de la interpretación humana” (pag.14), traducción propia). Esto implica un escepticismo a todo conocimiento fundacionalista, concibiendo los conceptos de objetividad y confiabilidad como formas retóricas de posicionar un discurso (pag.17). Este tipo de constructivismo pone en duda el privilegio de la reflexión y análisis por parte de los participantes dado que la investigación podría desembocar en un entendimiento convencional que aporte poco a la construcción del tema investigado: “Un análisis puede ser desagradable a los participantes aunque justificable en términos de una buena práctica de investigación.” (Madill et al., 2000:15, traducción propia).

Las formas en que se podría evaluar una investigación que parte del constructivismo radical, sería desde su coherencia interna, la habilidad para explicar los casos anormales y su capacidad para fomentar un mejor entendimiento y acción productiva por parte de los participantes (pag. 17).

Reconsiderando mi propuesta de investigación.

Lo que no encaja de la propuesta de una teoría fundamentada clásica (CGT) – como la propuesta por Christiansen (2007) – con mis creencias es la concepción de realidad.

Creo que lo que cada persona percibe del mundo corresponde al modo en que ésta lo construyó desde su experiencia particular. Esta construcción no tendría porqué empatar completamente con la percepción del otro. De ahí que la interacción terapeuta-cliente del enfoque centrado en la persona de Rogers busca entender el punto de vista del cliente bajo una postura empática que, sin embargo, no niega la percepción del terapeuta – esto es parte de la actitud de congruencia, citada anteriormente. Es en el diálogo donde se desarrolla la terapia, donde se reconstruyen las percepciones que tiene el cliente sobre si mismo, sin imponer la percepción del terapeuta, pero también sin negarla. En el planteamiento de la CGT es probable que más que un diálogo haya un intento por “apropiarse” de la realidad del otro, como si el investigador no estuviera ahí: una postura realista y positivista a fin de cuentas, aunque el método sea inductivo en lugar de deductivo.

Creo además, que las interacciones de las personas de una cultura construyen conocimientos inter-subjetivos, dependientes de un contexto y tiempo particular. Sin embargo, siguiendo la propuesta Berger (1967), creo también,  que esta construcción de “realidad” influye de regreso en la construcción de la percepción del mundo de los sujetos. Este entramado se complejiza si consideramos, además, la percepción que tiene el investigador sobre lo que investiga.

Entre esta telaraña de construcciones me parece imposible creer en una realidad dada, estable, y pienso que el problema de cómo abordar el estudio de construcciones inter-subjetivas tiene más que ver con una vigilancia ética donde mi voz como investigador no se imponga ante la de los participantes y viceversa, un diálogo entre múltiples percepciones sobre un mismo tema.

Queda entonces claro que mi postura epistemológica se aleja del realismo y convive en el límite de las dos posturas constructivistas  – contextualista y radical – que resumen Madill et al., dentro de la Teoría fundamentada hay propuestas que consideran las anteriores posiciones de constructivistas  como la “Constructivist Grounded Theory” de Kathy Charmaz (2006) que me encuentro actualmente revisando.

Conclusiones.

Considero imprescindible que antes de desarrollar una investigación se explicite las postura epistemológica que adoptamos – en la que creemos – y las creencias personales respecto al tema a investigar. Esto no necesariamente significa que la agenda a seguir sea corroborar o desechar nuestros supuestos a modo de hipótesis; buscar comprobar nuestras hipótesis solo es pertinente en una postura positivista pero, desde el constructivismo, queda claro que estos supuesto no serán contrastados con alguna realidad sino puestos en diálogo con las percepciones del otro.

He dejado de lado las creencias sobre el tema que voy a investigar, la violencia en la escuela, para centrarme en los modos en que fui descubriendo la postura epistemológica en donde se posiciona mi creencia del mundo en un sentido más general y, parte de esta creencia, las interacciones entre las personas que pertenecen a un grupo, sus construcciones inter-subjetivas.

Hay en la academia y la investigación posturas pragmáticas sobre la construcción del tema de investigación que proponen de una u otra manera un bricolage que tome los puntos de vistas de diferentes posturas epistemológicas. Considero que, a pesar de ser una herramienta práctica a la hora de   preguntarse sobre lo que se ha dicho con respecto al tema, se corre los riesgos de: (1) navegar en un mar de posibilidades que pueden ser incompatibles y que, al ser puestas “en un mismo saco” parecieran congruentes sin realmente serlo – supongo que es en cierta medida la misma crítica que se ha hecho a las investigaciones interdisciplinarias –; y (2) que al facilitarnos pragmáticamente nuestra construcción multicolor ocultemos nuestras creencias personales, incluyéndolas en las conclusiones voluntaria o involuntariamente como algo que “surgió de los datos”, creyendo así en su legitimidad, algo que constantemente se le ha criticado a las posturas positivistas y al método científico que se han asumido históricamente como imparciales sin realmente serlo.

(1)Ver por ejemplo: http://www.jainworld.com/education/stories25.asp, para una de las versiones de esta parábola

Referencias:
CHARMAZ, K. (2006). “Constructing grounded theory. A practical guide through qualitative analysis”. London: Sage.
CHRISTIANSEN, Ólavur., (2007). “A Simpler Understanding of Classic GT: How it is a fundamentally different methodology”; The Grounded Theory Review: An International Journal, Volume 6, Issue no. 3, June 2007.
MADILL, Anna; JORDAN, Abbie & SHIRLEY, Caroline (2000); “Objetivity and reliability in quaitive analysis: Realist, Contextualist and radical constructionist epistemologies”; British Journal of Psychology, 2000; Vol. 91; pags. 1-20
MATURANA, H. (1995) “Ontología del Conversar” en La realidad: ¿objetiva o construida? Anthropos, México, 1995, pp.19-36
ROGERS, Carl R. (1979). “Psicoterapia Centrada en el Cliente: Práctica, implicaciones y Teoría”; Psiquiatría Psicopatolgía y Psicosomática, Ediciones Paidos Ibérica, 1993; 3a Edición.
BERGER, P.L (1967) “Para una teoría sociológica de la religión”. Barcelona: Kairos, pp.13-82.

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