Moderno y posmoderno




“El eclecticismo... de la cultura general contemporánea: escuchamos reggae, vemos una película del oeste, vamos a almorzar a McDonald´s y a cenar a un restaurante local, llevamos perfume parisino en Tokio y ropas "retro" en Hong Kong; el conocimiento es un asunto de los concursos televisivos. Es fácil encontrar un público para obras eclécticas. Convertido en kitsch destinado para el gusto popular, el arte alimenta la confusión que reina el "gusto" de los patrones. Los artistas, los propietarios de las galerías de arte, los críticos y el público nadan junto en el "todo vale" y la indiferencia reina en nuestra época”.

Jean-François Lyotard
La condición posmoderna


Por Sergio Vargas



De acuerdo con Kellner, el posmodernismo irrumpe como una corriente de pensamiento influyente a partir de la década de 1980, de la mano de diversos autores como Braudillard, Focault, Deleuze, Lyotard, Guattari y Derrida (Kellner, 1990: 256), entre otros, que desde distintas ópticas, cuestionaron diversos aspectos de la modernidad y algunos de los paradigmas más significativos de la teoría social y de la sociología hasta entonces predominantes. No obstante, es claro que no existe una “teoría social posmoderna” única,[i] sino una pluralidad de teorías y posiciones diferentes, e incluso, divergentes. En esto, se deja ver la influencia de autores tan diversos como Nietzche, Saussure, Heidegger, Bataille y Derrida.

Para autores como Lipovestky, Kellner y Featherstone, uno de los rasgos definitorios del posmodernismo es la ruptura que representa con la sociedad moderna o más precisamente, con la modernidad, en el entendido de los ideales o valores de las grandes narrativas, aun cuando para muchos autores, resulta complicado establecer una definición clara y contundente respecto a dónde termina la modernidad y comienza la posmodernidad. Conviene aclarar en este punto, que el prefijo "post" no se refiere a un aspecto "cronológico" (“post” como "después de"), sino más precisamente, al rechazo o negación de lo moderno (Featherstone, 1991: 24).



Dicho rechazo, puede ser interpretado de dos maneras: uno favorable, que enfatiza el carácter liberador del posmodernismo, y otro, hasta cierto punto negativo, que implica la definición de lo posmoderno como la pérdida de la idea de estabilidad, de certeza y de los valores propios de la modernidad, tal como la conceptualizaron autores como Marx y Weber, refiriéndose a la época del capitalismo industrial que siguió a la Edad Media.[ii]

En este sentido, Kellner acude a Lyotard para explicar la inequívoca relación que desde la óptica de los autores posmodernos, existe entre la modernidad y el conocimiento moderno, científico y racional, que pretende explicar lo social a partir de la elaboración de una síntesis o metadiscurso, a la manera de los desarrollos teóricos de Karl Marx o Talcott Parsons, lo que en opinión del filósofo francés, deviene en la postulación de paradigmas totalizantes y autoritarios, en los que según Ritzer, para Lyotard, estaban implícitos conceptos como “la dialéctica del espíritu, la hermanéutica del significado, la emancipación del sujeto racional o del trabajador, o la creación de riqueza” (Ritzer, 1993: 567)

Por tanto, al identificar el pensamiento moderno con las grandes narrativas, es posible caracterizar a la posmodernidad como el rechazo de estos discursos de la totalidad, y conceptualizarla por tanto, como la celebración de la diferencia y lo micro, lo que explica en gran medida la amplia gama de perspectivas teóricas que se identifican con el posmodernismo: “El conocimiento posmoderno no sólo constituye una herramienta para las autoridades; aumenta nuestra sensibilidad hacia las diferencias y refuerza nuestra capacidad de tolerancia hacia lo inconmensurable" (Lyotard, 1984: XXV).

Lo anterior, explica la evidente tendencia de los autores posmodernos por el abordaje de temas y objetos de estudio a partir de una perspectiva multidisciplinar y multidimensional que "borra" las fronteras entre las disciplinas clásicas, es decir, se sitúa a partir de la síntesis de ideas y metodologías de una amplia variedad de campos de conocimiento, como la filosofía, la estética, la literatura, la teoría cultural, la teoría social, etc., como una forma de aproximarse a un mundo en el que, de acuerdo con Braudillard, la frontera entre realidad y simulación se confunde y la misma experiencia de lo real ha desaparecido.[iii] En consecuencia, el posmodernismo se sitúa a la vanguardia de la búsqueda de nuevos paradigmas, políticas y teorías. En estos renovados planteamientos teóricos, es posible reconocer nuevas e interesantes confluencias entre el marxismo, la teoría crítica y el feminismo.

No obstante, cabe mencionar que esta incesante búsqueda de nuevas conceptualizaciones, de síntesis, de intercambios y de confluencias, ha llevado a una relativización extrema, especialmente en campos como la estética,[iv] en el que las barreras entre la obra de arte y la impostura se han erosionado al grado de hacer a una prácticamente indistinguible de la otra. Así, artistas contemporáneos como Damien Hirst, transitan libremente en la delgada línea que separa el arte del plagio y la simulación.[v] Al respecto, Vargas Llosa dice:

La cantidad a expensas de la calidad. Este criterio, proclive a las peores demagogias en el dominio político, en el cultural ha causado reverberaciones imprevistas, entre ellas la desaparición de la alta cultura, obligatoriamente minoritaria por la complejidad y a veces hermetismo de sus claves y códigos, y la masificación de la idea misma de cultura. Esta ha pasado ahora a tener casi exclusivamente la acepción que ella adopta en el discurso antropológico, es decir, la cultura son todas las manifestaciones de la vida de una comunidad: su lengua, sus creencias, sus usos y costumbres, su indumentaria, sus técnicas, y, en suma, todo lo que en ella se practica, evita, respeta y abomina.

Cuando la idea de la cultura torna a ser una amalgama semejante es poco menos que inevitable que ella pueda llegar a ser entendida, apenas, como una manera divertida de pasar el tiempo. Desde luego que la cultura puede ser también eso, pero si termina por ser sólo eso se desnaturaliza y se deprecia: todo lo que forma parte de ella se iguala y uniformiza al extremo de que una ópera de Wagner, la filosofía de Kant, un concierto de los Rolling Stones y una función del Cirque du Soleil se equivalen (Vargas Llosa, 2009:15).

Otro aspecto a destacar del posmodernismo, se refiere a la tendencia de ciertos autores de esta corriente a considerar a las teorías sociales como construcciones retóricas, postura controversial que sin embargo, está en sintonía con lo que se apuntaba líneas atrás respecto a la negación de los grandes metarrelatos y las explicaciones únicas y omniabarcadoras, lo que permite a los teóricos de la posmodernidad crear sus propios cuerpos de conocimiento a partir de la utilización de teorías y conceptos diversos, postura que los distancia de aquellos autores que no comparten la idea de una ruptura total y radical entre la modernidad y la posmodernidad. En este sentido, para Ritzer, la sociología ha dejado atrás la era moderna y ha entrado en la posmoderna en su búsqueda de síntesis más específicas (Ritzer, 1993: 568).

En esta búsqueda, cabe rescatar las aportaciones de Raymond Williams, quien desde los Estudios Culturales, propuso una distinción entre cultura “residual”, “dominante” y emergente”, conceptos que permiten entender la posmodernidad como una tendencia emergente en el marco de una modernidad todavía dominante. La postura de Williams, aporta un matiz interesante con relación a la de los posmodernistas más radicales, que en opinión de Kellner, han llevado al extremo su idea de rompimiento con la modernidad, especialmente si se considera que en la actualidad todavía permanecen muchos de los rasgos asociados a ésta, como el capitalismo, el patriarcado y la burocracia (Kellner, 1990: 276).

En conclusión, si bien autores como Ritzer, Kellner y Featherstone reconocen los aportes del posmodernismo respecto al reconocimiento de las diferencias, el rescate de lo micro y la valoración de la diversidad, así como su imaginativa contribución al desarrollo de la teoría social y cultural, gracias a su postura transdisciplinaria y multidimensional, no dejan de señalar algunos de los puntos más controversiales de esta variopinta corriente de pensamiento, que a grandes rasgos, es posible resumir en su excesiva fragmentación, su rechazo, en ocasiones exagerado y deficientemente argumentado de las teoría social “clásica” y la notable miopía de ciertos autores de esta corriente para reconocer su proclividad, desde su supuesta posición de rechazo a los discursos de la modernidad, a construir una nueva metanarrativa, basada en la retórica y la incertidumbre.

Bibliografía

Featherstone, M. (1991). “Moderno y posmoderno: definiciones e interpretaciones”, en Cultura de consumo y posmodernismo, Argentina: Amorrortu, pp. 21-37.

Kellner, D. (1990). “The postmodern turn: positions, problems and prospects”, en Ritzer, G. (ed.), Frontiers of social theory. The new syntheses, New York: Columbia University Press, pp. 255-286.

Lipovestky, G. (2000). La era del vacío, España: Anagrama.

Lyotard, J. (1984). La condición posmoderna, Madrid: Cátedra.

Ritzer, G. (1993). Teoría sociológica contemporánea, México: McGraw Hill.

Vargas, M. (2009). “La civilización del espectáculo", Letras Libres, Febrero 2009, No. 122, pp. 14-22.



[i] Callinicos afirma al respecto: "Los productores de este discurso... han ofrecido definiciones incoherentes entre sí, internamente contradictorias y/o desesperadamente vagas" (Callinicos, 1990: 2).
[ii] Para Featherstone, “la modernidad se inició con el Renacimiento y que se la definió por referencia a la Antigüedad, como en el debate entre los antiguos y los modernos. Desde el punto de vista de la teoría sociológica alemana de fines del siglo XIX y comienzos del XX, a la que debemos en parte nuestro modo de entender hoy el término, la modernidad se contrapone al orden tradicional e implica la progresiva racionalización y diferenciación económica y administrativa del mundo social (Weber, Tönies, Simmel): procesos que dieron origen al moderno estado capitalista e industrial y que a menudo fueron considerados desde una perspectiva claramente antimoderna” (Featherstone, 1991: 24).
[iii] Para Baudrillard, es posible caracterizar la modernidad como una "explosión" de mecanización, tecnología y mercado, mientras que la posmodernidad es el resultado de una "implosión", un derrumbe de todos los límites y distinciones entre la alta y la baja cultura, la apariencia y realidad y cualquier otro antagonismo sustentado por la filosofía y la teoría social clásica (Kellner, 1990: 262).
[iv] Featherstone afirma que "Entre los principales rasgos ligados al posmodernismo en las artes están: la eliminación de la frontera entre el arte y la vida cotidiana; el derrumbe de la distinción jerárquica entre la cultura popular y de masas; una promiscuidad estilísitca que propicia el eclecticismo y la mezcla de códigos; la parodia, el pastiche, la ironía, el carácter lúdico y la celebración de la superficie 'sin profundidad' de la cultura; la declinación de la originialidad o el genio del que produce el arte; y el supuesto de que el arte sólo puede ser repetición" (Featherstone, 1991: 31).
[v] En La era del vacío, Gilles Lipovestky reflexiona respecto al fin de las grandes vanguardias: "Se acabó la gran fase del modernismo, la que fue testigo de los escándalos de la vanguardia. Hoy la vanguardia ha perdido su virtud provocativa, ya no se produce tensión entre los artistas innovadores y el público porque ya nadie defiende el orden y la tradición" (Lipovestky, 2000: 105).

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