La Historiografía y la transdisciplina. Una mirada desde los Estudios Socioculturales




El presente artículo es una reflexión acerca de la pertinencia de una mirada transdisciplinaria para el abordaje de la investigación histórica, desde los Estudios Socioculturales. El texto se divide en tres partes; en la primera, se aborda el distanciamiento entre la Historiografía y la Sociología; en la segunda, se expone de manera somera el proceso por el cual estas disciplinas, y otras como la Antropología, la Ciencia Política y la Filosofía se aproximaron a partir de la obra de autores como Fernand Braudel, Michel Foucault, Clifford Geertz, Samuel Huntington y Carlo Ginzburg; en la tercera, se plantea una reflexión de la pertinencia de tal convergencia y su utilidad en el marco de los Estudios Socioculturales.

Por Sergio Vargas

Desde la segunda mitad del siglo pasado, la Historiografía[i] ha enfrentado una serie de transformaciones que han sacudido sus cimientos y han venido a cuestionar su papel como una disciplina por derecho propio. A esto, han contribuido a partes iguales, el ascenso de disciplinas como la Sociología y la Antropología, que han “invadido” exitosamente el campo de estudio de los historiadores, y los propios debates que al interior de la propia academia se han dado con relación a la definición de la disciplina historiográfica, sus alcances, y sus limitaciones.

Si bien desde siempre existió una estrecha relación entre Historiografía y Sociología, lo cierto es que ha medida que ésta última fue afirmando su lugar en el campo de las Ciencias Sociales, los teóricos sociales se apartaron progresivamente del estudio del pasado (Burke, 2005: 27), dejando relegados, desde su óptica, a los historiadores al papel de “simple recolectores de materias primas para los sociólogos” (Burke, 2005: 25), enfatizando de esta manera la supremacía que en su opinión, tenía la ciencia social sobre los estudios históricos, a pesar que el mismo Max Weber se consideraba más como un economista político o un historiador comparativo antes que sociólogo, lo que deja ver la importancia que para el erudito alemán tenía el estudio de los hechos pasados con relación a la teoría social.

No obstante lo anterior, el rechazo que el estudio de la historia provocaba en los sociólogos hizo declarar a autores como Spencer que la Sociología se posicionaba frente a la Historiografía “tal como un gran edificio se yergue en relación con los montones de piedras y ladrillos en su torno”. Esta brecha entre Sociología e Historiografía se hizo más explícita a medida que el interés de la primera se enfocó en el estudio de las sociedades contemporáneas, a la manera de Escuela de Chicago, mientras que la segunda, atada a los paradigmas positivistas, permanecía anclada en el estudio de la historia política y de los hechos de los “grandes hombres”(Aussenpolitik), empeñada en describir los hechos “tal como sucedieron” (wie es eigentlich gewesen ist).[ii]

Si bien este distanciamiento se mantuvo prácticamente inalterable hasta la primera mitad del siglo XX, con la irrupción de la corriente de Annales en 1929,[iii] se dio un paso importante para la posterior reconciliación de la Historiografía y la Sociología, proceso que después de la segunda guerra mundial cobró un fuerte impulso de la mano de autores como Norbert Elias,[iv] Fernand Braudel,[v] y Edward Evans-Pritchard,[vi] que se acentuaría a partir de la década de 1960 y que alcanzaría su cenit con la emergencia del posmodernismo, y que terminaría por convocar en torno suyo incluso a otras disciplinas como la Antropología, la Filosofía, la Lingüística y la Ciencia Política.

Así, la Historiografía experimentó una revitalización conceptual y metodológica sin precedentes que en definitiva, la ha alejado de la enumeración de fechas y la narración de los acontecimientos, a la manera de la historoire événementielle, dando pie a una amplia variedad de corrientes en las que el entrecruzamiento con otras disciplinas es notable, como la historia cultural, la historia social, la historia contemporánea y la microhistoria, así como a enfoques multidisciplinarios como la sociología histórica y la antropología histórica, y a algunos otros cuya concepción hace difícil “encasillarlos” en un determinado ámbito disciplinar, como los planteados en la obra de autores como Mijail Bajtin, Michel Foucault y Pierre Bordieu.[vii]

En este sentido, cabe mencionar el trabajo de tres historiadores: El mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, de Fernand Braudel; El queso y los gusanos: el cosmos según un molinero del siglo XVI, de Carlo Ginzburg;  y  La formación de la clase obrera en Inglaterra, de Edward P. Thompson;[viii] que desde la historia total, la microhistoria y la historia social, sentaron las bases de una nueva práctica historiográfica, a la que se sumaron trabajos de antropólogos como Clifford Geertz,[ix] Eric Wolf[x] y Marshall Sahlins;[xi] y sociólogos como John Hall, que a partir de la dimensión histórica abordaron temas tan diversos como la importancia del “imaginario” en la sociedad, las consecuencias del surgimiento del capitalismo occidental para el mundo y el dinamismo político y económico de Europa y sus implicaciones globales.

La Historiografía, la transdisciplina y los Estudios Socioculturales

Desde la posguerra, el mundo ha experimentado una serie de cambios vertiginosos que se acentuaron a partir de la segunda mitad del siglo XX, y que dieron como resultado una transformación radical de los aspectos políticos, económico, sociales y culturales en la mayor parte de las sociedades a principios del siglo XXI: la caída del muro de Berlín y por ende, la desaparición del socialismo real, los conflictos étnicos y las subsecuentes guerras en la ex-Yugoslavia, las recurrentes crisis económicas, la globalización y la revolución tecnológica digital y el internet, el surgimiento de China como nuevo polo de poder económico y militar, los nuevos estilos de vida, la desaparición en la práctica de las barreras entre el arte elitista, el de masas y el popular, la banalización de la política, la precarización del trabajo, la emergencia de los movimientos altermundistas, la migración, entre otros muchos sucesos, han provocado una revolución intelectual que ha dejado atrás gran parte de las teorías y modelos que durante el siglo XIX y principios del XX sustentaron el pensamiento ilustrado en las Ciencias Sociales y las Humanidades, y han planteado nuevas interrogantes para las cuales es necesario articular  respuestas creativas e innovadoras, que difícilmente pueden ser planteadas desde una óptica simplista o unidisciplinaria.



En este contexto, es posible afirmar que, no obstante su naturaleza enfocada al pasado, la Historiografía constituye hoy día una disciplina indispensable para una comprensión más profunda de los fenómenos sociales y culturales actuales, cuyos alcances, en consecuencia, se proyectan al futuro, como es evidente en la obra de autores tan dispares como Michel Foucault[xii] y Samuel Huntington.[xiii]

Considerando la perspectiva transdisciplinar de los Estudios Socioculturales, es esta potencialidad de análisis e interpretación de la realidad actual, la que le otorga a la dimensión histórica y a la Historiografía, su pertinencia como pieza necesaria en el engranaje de cualquier proyecto de investigación social que pretenda, desde una mirada crítica, reflexionar e incidir en la realidad presente, al situarla de forma más precisa en un contexto actual indudablemente derivado del pasado.[xiv]

De igual manera, la perspectiva transdisciplinaria de los Estudios Socioculturales puede aportar un componente diferenciador a la investigación histórica, al vincularla con temáticas, metodologías, corrientes de pensamiento e incluso, causas ajenas a sus intereses y prácticas tradicionales, contribuyendo con esto al abandono de posturas anquilosadas, y a una reflexión crítica de las visiones triunfalistas de la historia, que deje de lado –o por lo menos cuestione-, los discursos hegemónicos y autocomplacientes.[xv]

A lo anterior, cabe agregar la necesidad de que desde la Historiografía, como lo propone Del Arco Blanco, se asuma “…una concepción del tiempo más flexible, más acuosa” pues “…a veces los historiadores pensamos que el pasado está acabado y se ha ido para siempre, sin tener demasiado en cuenta que seguramente ha dejando algún rastro y que, por qué no, algún fantasma habita entre nosotros” (Del Arco, 2007: 18).

Lo anterior, sin duda contribuiría a la renovación y vigencia de la práctica historiográfica, brindándole así la posibilidad de una contribución social que vaya más allá de la publicación de trabajos eruditos que, en la mayoría de los casos, sólo interesan a un reducido grupo de intelectuales y personas relacionadas con el ámbito académico sin que tengan un impacto real en el progreso cultural de la sociedad.

Al respecto, cabe resaltar la valía de los trabajos que desde la Historiografía y los Estudios Socioculturales se plantean, por ejemplo, con relación al patrimonio cultural tangible e intangible, tema en el que se involucran académicos y aportes teóricos y metodológicos de diversas disciplinas como la Antropología, la Arquitectura, la Historia del Arte y la Arqueología, que a partir de distintas visiones y a través de un enfoque inter, multi y transdisciplinario, colaboran en el rescate, conservación y difusión de la manifestaciones culturales generalmente dejadas de lado por las instancias oficiales y los discursos hegemónicos.[xvi]

En el extremo opuesto, es posible situar la incomprensible actitud de ciertos colectivos académicos en los que todavía priva una actitud aldeana y predomina el celo y la parcelización de sus áreas de conocimiento, postura que lejos de contribuir al desarrollo de la ciencia y el conocimiento, únicamente abona a la fragmentación del saber y al mantenimiento de grupos y facciones en detrimento del conjunto de la sociedad.

Bibliografía

Aróstegui, Julio. (1995). La investigación histórica: teoría y método, España: Crítica.

Braudel, F. (1976). El mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, t. I, México: Fondo de Cultura Económica.

Braudel, F. (1976). El mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, t. II, México: Fondo de Cultura Económica.

Burke, P. (2006). ¿Qué es la historia cultural?, España: Paidós Ibérica.

Del Arco, M. (2007). “Un paso más allá de la historia cultural: los cultural studies", en Ortega, T. (ed.), Por una historia global. El debate historiográfico en los últimos tiempos, España: Universidad de Granada, pp. 259-289.

Elias, N. (2009). El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, México: Fondo de Cultura Económica.

Ginzburg, C. (2009). El queso y los gusanos: el cosmos según un molinero del siglo XVI, España: Península.

Huntington, S. (2005). El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, España: Paidós Ibérica.

Tenti, M. (2011). "Los Estudios Culturales, la Historiografía y los sectores subalternos", Trabajo y Sociedad, Verano 2012, Vol. XV (18).

Thompson, E. (2012). La formación de la clase obrera en Inglaterra, España: Capitán Swing.





[i] El término Historiografía, en sí mismo ampliamente debatido, se usa en el presente artículo de acuerdo con la definición de que propone Julio Aróstegui, en sintonía con autores como Croce, Vilar y Fontana, en el sentido de “la investigación y escritura de la historia”.
[ii] En este punto, cabe mencionar que esta frase de Ranke ha sido usada en opinión de Fontana de manera equívoca, ya que el mismo historiador alemán afirmaba que el fin de la investigación histórica “no consiste tanto en reunir y acoplar los hechos como en comprenderlos y explicarlos”, aunque tal pretensión, según Fontana, no queda de manifiesto ni en su obra y su biografía.
[iii] Con este nombre se conoce a la corriente historiográfica en torno a la publicación francesa originalmente llamada Annales d´historie économique et sociale, fundada por Lucien Febvre y Marc Bloch, que postulaba una integración entre los aspectos geográficos, históricos y sociológicos y una mayor amplitud temática en los estudios históricos.
[iv] Elias es autor de El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, libro reconocido en la actualidad como un clásico y en el que se aborda el proceso civilizatorio de occidente a partir de aspectos históricos, sociológicos y psicológicos.
[v] Braudel fue el máximo representante de la corriente de Annales. Propuso una Historiografía fundamentada en la geografía y la historia social más que en la historia política o de los acontecimientos a partir de una metodología de corte estructuralista basada en el concepto de las “duraciones”.
[vi] Evans-Pritchard defendió la estrecha cercanía entre Historiografía y Antropología, enfoque que es posible apreciar en una de sus obras más conocidas, Los sanusis de Cirenaica.
[vii] No obstante, Burke agrupa el trabajo de estos autores en lo que denomina Nueva Historia Cultural, clasificación altamente debatible.
[viii] El trabajo de Thompson es considerado, junto con las aportaciones de Raymond Williams, Stuart Hall y Richard Hoggart, la piedra angular de los Cultural Studies británicos.
[ix] Geertz propuso una “teoría interpretativa de la cultura” en la que sostenía que la cultura es un “patrón históricamente transmitido de significados encarnados en símbolos, un sistema de concepciones heredadas expresadas en formas simbólicas mediante las cuales los hombres se comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento de la vida y sus actitudes hacia ella”.
[x] Para Wolf, la historia del mundo puede explicarse mediante un proceso de interconexiones económicas, políticas y demográficas que conectan el pasado con el presente.
[xi] Sahlins sostuvo una posición contraria a las comúnmente aceptadas ideas de una evolución lineal de la sociedad y de la historia y propuso una revisión crítica de los contrastes “binarios” utilizados en el estudio de la cultura y la historia, como pasado y presente, estático y dinámico y sistema y acontecimiento.  
[xii] Filósofo y psicólogo, Foucault, en palabras de él mismo, “escribió una historia crítica del pensamiento” que según Burke, “incluía las prácticas al igual que las teorías y los cuerpos los mismo que las mentes”; no obstante la obra de Foucault, por su complejidad, trasciende cualquier definición que de ella pudiera hacerse.
[xiii] Politólogo de formación, en 1986 Huntington, publicó El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, obra controversial en la que planteaba el conflicto latente entre las distintas civilizaciones, derivado de su historia y herencia cultural radicalmente diferentes.
[xiv] Mercedes Tenti llama la atención respecto al papel del Grupo de Estudios Subalternos, fundado por el historiador indio Ranajit Guha, de la Universidad de Sussex, en el que se realizaron diversos trabajos en torno a la historiografía del proceso de descolonización de la India en oposición a la mirada y los trabajos realizados por investigadores occidentales acerca de dicho proceso. Siguiendo el ejemplo de este colectivo, en la década de los 90 del siglo pasado, se creó, por parte intelectuales latinoamericanos y estadunidenses el Grupo de Estudios Subalternos de América Latina.
[xv] El fin de la historia y el último hombre, de Francis Fukuyama, es el ejemplo más claro de la postura lineal y positivista que ante el derrumbe del socialismo, llevó a los partidarios del neoliberalismo a proclamar el triunfo inobjetable del capitalismo y de los valores de los Estados Unidos de América.
[xvi] El proyecto de tesis del autor pretende, con base en una perspectiva transdisciplinaria en la que convergen la Historiografía, la Arquitectura y los Estudios de Patrimonio, profundizar en el estudio del patrimonio material (fortificaciones, edificios militares y obras de caminería) del camino de Veracruz a México, que salvo algunas excepciones, hasta el momento ha sido dejado de lado por las instituciones y académicos de las disciplinas relacionadas en forma directa con dicho patrimonio.

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