Mtra. Rosario Barba González
El consumo y la producción de narrativas
audiovisuales forman parte de un entorno en el cual las dinámicas de las
industriales culturales intervienen de manera directa. Con las reconfiguraciones
globales conviene poner en perspectiva la forma en que se han establecido
nuevas formas de producción y consumo de las narrativas audiovisuales.
Dentro del estudio
del fenómeno de la globalización muchos análisis se realizan con atención a los
flujos de productos e información que transitan como parte del mismo. Una
definición que clarifica lo que entiende por globalización proviene de Sánchez
Ruiz:
“Por
globalización entendemos aquel proceso actual de cada vez mayor -y más
acelerada- articulación e interdependencia (desigual) entre países y regiones
del mundo, a partir de la intensificación de las articulaciones funcionales en
diversos territorios entre las fases del circuito del capital (financiamiento;
compra de insumos, materias primas y fuerza de trabajo; producción;
distribución y consumo -"realización" del valor excedente generado- y
conversión a nuevo capital financiero), a lo largo y ancho del espacio mundial”
(Sánchez Ruiz E. E., 2000)
Para analizarlo, Sánchez (2005)
parte de analizar al fenómeno de la globalización como uno de larga duración al
que Latinoamérica ingresó con la televisión, las llamadas “nuevas tecnologías
de la información” o Internet. Si bien el sistema mundial moderno se
caracteriza por la expansión del capitalismo comercial, no es un proceso
únicamente económico, sino que ha tenido su reflejo en movimientos históricos.
En la cultura, ha significado la occidentalización de culturas a veces por la
fuerza, otras por influencias o imitación y muchas otras veces por medio de la
dominación económica. Sin embargo, esta occidentalización no es homogénea, hay
versiones híbridas que la han modificado, influenciado y enriquecido.
El mismo autor ubica a los medios, la
tecnología y la comunicación como participantes centrales de la constitución de
un mundo red interconectado. Son parte fundamental de los procesos económicos y
políticos que están en juego en la sociedad global en red y funcionan como
soportes y vehículos de una cultura que más o menos compartimos globalmente. (Sánchez Ruiz E. E., 2000) Al menos, unos
sabemos de otros y sabemos que vivimos en un mismo mundo en el que, a veces,
nos encontramos. Principalmente nos conocemos por medio de productos
financieros, de mercancías que se piensan en un lugar, se producen en otro y se
arman en otro o en otros. Más o menos tenemos idea de la existencia de otros y
de las formas (a veces muchas y variadas y a veces pocas) en las que nos
conectamos.
Ese compendio de conocimientos y actitudes
sobre el mundo global, se enfrenta y entrelaza todos los días, en todos lados
con las culturas locales y particulares. Lo mismo pasa en las esferas de lo
económico y lo político: matrices globales se entremezclan con las formas de
hacer, ver, pensar, mandar, trabajar y, en general, vivir que se tienen en un
espacio particular. Por lo tanto, es importante tomar en cuenta lo que ocurre
en estas dos esferas, no perderlo de vista puesto que el espacio de lo cultural
no se puede comprender aislado.
Es decir, los medios de comunicación,
las industrias culturales y los programas de televisión, como producto cultural
en particular, se enmarcan en esta lógica mercantil. Su distribución desde el
país de origen para el consumo en otros es parte de los procesos de la economía
mundial y local. La movilización de los productos responde a estas lógicas
tanto como a otras de intereses locales, principalmente de los empresarios que
adquieren los programas en el mercado internacional para distribuirlos. Por el
otro, se han constituido como instituciones sociales fundamentales y claves
para las relaciones de producción y distribución de sistemas simbólicos. Los
flujos se organizan con la intensión de captar audiencias. Los métodos que se
utilizan para lograrlo terminan por involucrarlas en algún nivel. (Karam Cárdenas, 2009)
Con base en ello, García Canclini
sostiene que los productos culturales se están especializando y estratificando
para venderlos más y mejor. Además de vender, interesa colocar a la ideología
que vehiculan esos productos. Desde los ochenta, las transformaciones entre lo
público y lo privado y entre lo local y lo trasnacional se han modificado y
entre las causas de esto está “la digitalización y la mediatización de los
procesos culturales en la producción, la circulación y el consumo” (2005, XVIII). Las industrias culturales se han
vuelto expertas en crear condiciones para que sus audiencias participen en la
producción y principalmente, en el consumo.
En buena medida conviene reconocer en
lo social una multicausalidad en donde las estructuras sociales más amplias,
como las ya mencionadas de la economía, la política y la cultura afectan y son
afectadas. En esta perspectiva, se puede hablar sobre esas industrias
culturales (que refería por la vía de García Canclini pero no es el único ni el
primero en trabajarlas) como grupos de intereses empresariales que producen,
distribuyen y promocionan sus mercancías, desde un enfoque económico desde sus
relaciones en espacios localizados hasta sus relaciones con espacios como el
financiero, globales, no susceptibles de ser ubicados espacialmente.
Las narrativas audiovisuales en esta
perspectiva global forman parte del estudio de la distribución de los programas
de su importancia en la divulgación y el acceso a sus contenidos. Con este
marco, el mercado de los programas y las audiencias se convierten en datos que
con el tiempo han cambiado la forma en que los productores realizan y venden
los productos. Antes, se hacía de forma masiva y hoy las audiencias se han
segmentado de acuerdo a esos datos como el género, las identidades
étnico-raciales y otras características que moldean sus preferencias.
Este análisis es de suma importancia ya
que comprender las prácticas que posibilitan el acceso al programa, Harrington
y Bielvy (2005) revelan algunos de
los otros elementos que se pierden y otros que permanecen, aunque se
modifiquen. Los factores que desaparecen son las audiencias, que son diferentes
en cada país o lugar; su popularidad, porque el éxito en un lugar no garantiza
el de otro lugar; críticas positivas, porque la calificación de la calidad de
un programa cambia según la cultura de donde se examine y su rentabilidad, por
su relación con la popularidad.
Harrington, L.,
& Bielby, D. D. (2005). Global Television Distribution : Implications of TV
''Traveling'' for Viewers, Fans, and Texts. American Behavioral Scientist, 902-920.
Karam Cárdenas, T. (junio
de 2009). Nuevas relaciones entre cultura y comunicación en la obra de
Raymond Williams. Recuperado el 12 de diciembre de 2010, de Estudios sobre
las Culturas Contemporaneas [en línea]:
http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=31611562004
Sánchez Ruiz, E. E.
(2000). Industrias culturales y globalización. Un enfoque historico
estructural. En G. (. Orozco, Lo viejo y lo nuevo. Investigar la
comunicación en el Siglo (págs. 51-76). Madrid: Ediciones de la Torre.
Sánchez Ruiz, E. E.
(2005). Medios de Comunicación y Democracia. Una Perspectiva Histórico.
Bogotá: Norma.
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