Michel Foucault y la cultura sociológica




Jorge Alberto Guerra Gutiérrez
En el presente artículo se ofrece una exposición de algunos aspectos del pensamiento de Michel Foucault, desde el marco de la categoría cultura sociológica, propuesta por Immanuel Wallerstein. El objetivo general es construir un diálogo entre el pensador francés y las ciencias sociales contemporáneas, para proponer nuevas directrices en algunas problemáticas del pensamiento social (específicamente en lo relacionado con los temas disciplinarios). Este artículo se limita a señalar algunas directrices temáticas en relación con la sociología (o cultura sociológica). Hay que advertir que la reflexión de Foucault se enfoca, principalmente, en las ciencias humanas, y no en las ciencias sociales. Por ello, para orientar la exposición, nos servimos de la obra de Wallerstein, quien aborda directamente los problemas actuales de las ciencias sociales, en general, y de la sociología, en particular. La presente exposición inicia con el planteamiento de un hecho epistemológico fundamental, que definimos como la conformación de la mirada disciplinada y su relación con las ciencias sociales. Se observa que, para que nuestra propuesta sea provechosa, es preciso ubicarnos en un nivel de análisis en el que las palabras se articulan con las cosas; sólo si asumimos, en toda su profundidad, el hecho de que nuestro lenguaje determina la construcción de nuestra realidad, nos será posible preguntarnos por el límite de nuestro pensamiento social, ¿qué nos es posible decir (lo pensado), y qué es lo indecible (lo impensado), en las ciencias sociales? Una vez esbozado nuestro planteamiento central, se ofrecerá una exposición de la categoría cultura sociológica, con el fin de ofrecer un marco para la exposición de algunos aspectos del pensamiento de Foucault, lo anterior nos permitirá esbozar algunas directrices para una reflexión posterior. Finalmente se problematiza en torno a la relación de las ciencias sociales con las ciencias humanas, en el marco de la cultura sociológica y de la crítica a las ciencias humanas propuesta por Fuoucault.
a) Planteamiento general del problema en torno a la mirada disciplinada
Se propone que existe una oposición fundamental entre la institucionalización de la ciencias sociales (o estructura universitaria departamental) y los objetos de estudio, relacionados con la cultura y la vida. Es decir, el saber institucional disciplina la mirada del investigador, la somete a un régimen específico de cosas, (el régimen supuesto por la disciplina que se practica). Por ejemplo, un sociólogo sólo puede referirse a hechos sociales, lo anterior por una exigencia académica. De tal forma que, la construcción del saber social no puede exceder la estructura institucional-departamental que lo hace posible, en este sentido decimos que la mirada del investigador está “disciplinada” por la disciplina que practica. Temas como la cultura y la vida no pueden ser comprendidos por el saber institucionalizado, pues su construcción, su determinación como objetos de investigación, precisa de una mirada no disciplinada, o lo que Wallerstein describe como una perspectiva abierta.[1] Mientras que las disciplinas sociales, en sentido tradicional o institucional, deben definir su campo, para garantizar su permanencia en la estructura departamental. En este sentdio, el objetivo principal de las ciencias sociales es garantizar su permanencia en la institución y no confrontar, de manera directa, la irrupción de la vida. Es un hecho que los objetos de estudio no deben exceder los límites de la disciplina. La expulsión de Castaneda de la antropología, por ejemplo, fue provocada por el desborde que representa para esta disciplina la irrupción de un objeto de estudio como la brujería. Proponemos que la aparición de la vida es un fenómeno epistemológico que trastoca todo el saber contemporáneo. Es la vida, y su famosa e incomprendida complejidad, el hecho que nos lleva a cuestionar los límites y las posibilidades de nuestro saber. La cultura es tan solo una de las tantas manifestaciones de, lo que describimos como, “El hecho fundamental del saber occidental”.
Hay que advertir que por mirada no nos referimos a la captura de datos desde una perspectiva factual, o empirista; sino a la constitución, o intuición (en sentido kantiano), de los objetos de estudio, en su relación con los supuestos y conceptos espacio-temporales y lingüísticos que los hacen posibles. En este contexto la mirada se refiere a la articulación del lenguaje con su objeto de estudio. De esta manera se observa que el saber institucional presupone una mirada fragmentada, la disciplina está “cerrada”, debe limitar su “campo visual”, mientras que la cultura y la vida precisan, para su construcción, de una mirada abierta, de un ojo postdisciplinado. Se propone que la institucionalización del saber, su estructuración en departamentos, antecede a la irrupción de la vida, esta última se inventó poco tiempo después que aquella. Proponemos que la aparición de la vida supone la fractura de la homogeneidad espaciotemporal disciplinaria y de su correlato institucional.
Para llegar a esta afirmación partimos de una idea muy general. En el pensamiento francés posterior a la irrupción de Las palabras y las cosas la reflexión se aleja, sin cuestionamientos, de la noción clásica de las disciplinas, pese a la rigidez del sistema institucional continental.[2] El objetivo es ofrecer una formulación del problema disciplinario desde una perspectiva distinta a la tradicional, o transdisciplinaria, pues se observa que esta última parte del supuesto de una mirada disciplinaria. Una primera aproximación al problema disciplinario, desde la arqueología de las MC, nos permitirá dar cuenta de la contradicción entre la mirada disciplinaria y la irrupción de la vida. Las nociones de tiempo y espacio, presupuestas por el saber institucionalizado, contrastan con las temporalidades específicas de los nuevos objetos de estudio. Como veremos, desde una perspectiva arqueológica, la complejidad presuponen nociones diferentes, e irreconciliables, con las concepciones clásicas de tiempo y espacio. Consideremos, por ejemplo, el hecho de que el tiempo que precisan los procedimientos institucionales de consolidación de una nueva disciplina, contrasta con el tiempo de vida de los nuevos objetos de conocimiento.
b) La cultura sociológica de Wallerstein
Convendría partir de la formulación de una pregunta por las aportaciones del pensamiento de Foucault a las ciencias sociales. Pero hay que advertir que no podemos limitarnos con indagar en torno a sus contribuciones, pues nuestra pregunta es arqueológica. Es decir, nos cuestionamos por la conformación de las ciencias sociales, por las condiciones histórico-epistemológicas de posibilidad, en las que estos saberes fueron formulados. Nos preguntamos por las concepciones fundamentales de tiempo, espacio y referencia lingüística, que hacen posible el surgimiento de un saber sobre los social, cuya principal característica es su fragmentación, su división en disciplinas.
El objetivo de este apartado es ofrecer una primera aproximación del pensamiento de Foucault a las ciencias sociales contemporáneas. Para ello nos servimos de la categoría cultura sociológica de Wallerstein, pues esta concepción parte de una crítica general a la sociología tradicional, o disciplinada.
En la conferencia El legado de la sociología, la promesa de la ciencia social,[3] Wallerstein observa la necesidad de alejarnos de las concepciones organizacionales de la sociología, pues señala: “No creo que la sociología siga siendo una disciplina (pero tampoco lo son nuestras ciencias sociales hermanas)”.[4] No obstante lo anterior, y si bien la sociología ya no es una disciplina, es preciso recuperar su legado, si queremos seguir hablando de un saber sobre lo social. El autor norteamericano reitera su interés en el hecho social, pero su objetivo es liberarse de las anteojeras institucionales y de su mirada disciplinaria, para ello propone la categoría de cultura sociológica. El objetivo de esta conferencia es definir los retos que enfrenta la creación de esta nueva cultura sociológica abierta, la intención es la reunificación de los saberes de la ciencia política, la economía y la sociología. Para ello parte de la reflexión de su maestro Braudel, en torno a la interciencia.[5] Cabe añadir que el objeto de estudio de Wallerstein es el Moderno sistema mundial, y que para su construcción como objeto de estudio, precisa de la erradicación de las fronteras entre estas disciplinas.
El análisis de Wallerstein considera tres criterios o sentidos en los que se aplica la categoría disciplina. A) Un sentido intelectual, que divide la ciencia social en disciplinas o ámbitos de estudios. En este contexto cada disciplina se ocupa de una región particular de la realidad, y cuenta con métodos apropiados y fronteras definidas. En este sentido podemos afirmar que las ciencias sociales están conformadas por disciplinas. B) Esta segunda caracterización de las disciplinas se refiere al correlato institucional del sentido anterior. El hecho es que el saber intelectual surge en el marco de estructuras corporativas, de una división organizacional del saber. En este sentido  podemos hablar de los distintos departamentos que componen una facultad. C) Finalmente, el tercer sentido es el cultural, el cual se refiere al nivel de las comunidades de estudiosos. La propuesta de una cultura sociológica subraya el énfasis de los aspectos culturales, o de la conformación de comunidades de investigadores que compartan un mismo interés en el hecho social.
La sociología fue una innovación de finales del siglo XIX, surgió junto con otras disciplinas, que reunimos bajo la etiqueta de ciencias sociales. Wallerstein propone un periodo de conformación de la sociología, comprendido entre 1880 y 1945. Este periodo se caracterizó por sus intentos por definir la sociología como disciplina, y así garantizar una posición en la entonces naciente universidad moderna. El último libro perteneciente a esta tradición de conformación y consolidación de las disciplinas sociales es La estructura de la acción social, de Parsons. Gran parte de esta labor consistió en proponer divisiones autoimpuestas, para determinar un área o enfoque específico sobre la realidad. La labor de consolidación precisó de enfatizar las diferencias con las disciplinas colindantes, en este sentido podemos decir qué es y qué no es la sociología.
Wallerstein señala que existieron tres criterios para la segmentación,  o disciplinarización, de las Ciencias Sociales. A) Una segmentación temporal, pasado/presente, con la cual podemos distinguir la historia ideográfica de las ciencias sociales nomotéticas (sociología, ciencia política y economía. B) Una segmentación espacial, civilizado/otro o europeo/no europeo, con la cual se separan la antropología y los estudios orientales, de las ciencias descritas en A). Y C) Segmentación político mercantil, Mercado (o Estado)/sociedad civil,  aplicable al mundo civilizado moderno. Estos criterios de segmentación determinaron la estructuración del saber social institucional en el periodo de conformación.
El autor norteamericano observa que, después de 1945, una serie de hechos como el auge de EEUU en la hegemonía mundial, el resurgimiento político del mundo no occidental y la expansión de la economía-mundo (con la correlativa expansión del sistema-mundo universitario); la lógica de estas tres segmentaciones perdió sentido. Es por ello que en la actualidad existe un desdibujamiento de las fronteras establecidas mediante estas tres segmentaciones. Wallerstein observa que, para 1970,
[…] ya no era posible defender esos nombres, esas fronteras, como intelectualmente decisivas o incluso útiles […] El resultado es que varias disciplinas de las ciencias sociales han dejado de ser disciplinas porque ya no representan áreas de estudio obviamente diferentes con métodos diferentes y, por ende, con fronteras firmes y distintivas.[5]
Durante el periodo formativo de las ciencias sociales, el objetivo era la institucionalización. La institucionalización representa la creación de una red humana con fronteras, que toma la forma de estructuras corporativas, con códigos específicos para la movilidad profesional ascendente.[6] Wallerstein considera que no se disciplina el intelecto, sino la práctica, por ello admite una distinción entre los aspectos institucionales y los culturales. De esta manera el análisis de la sociología como organización en el mundo del conocimiento es distinto tanto del análisis de la sociología como disciplina intelectual, como de una perspectiva de la sociología como movimiento cultural. El hecho fundamental, el interés de recupera la categoría de cultura sociológica está en reconocer que nos encontramos en una situación anómala, pues la organización perpetúa una institución caduca, que contrasta con el desarrollo de una disciplina intelectual y una cultura sociológica.
La apuesta de Wallerstain consiste en caracteriza la sociología como una cultura o “comunidad de estudiosos que comparten ciertas premisas”, mediante la distinción de la sociología entendida como estructura institucional. Advierte que “la cultura de la sociología es reciente y vigorosa, pero también frágil, y que puede continuar enriqueciéndose sólo si se transforma”.[7] La conformación de esta cultura sociológica precisa, en primer lugar, de hacer suyo el legado de las ciencias sociales, en segundo término de transformar nuestra estructura institucional obsoleta.
La sociología, entendida como disciplina intelectual, cuenta con un conjunto de premisas, con un legado, provenientes de la reflexión de los pensadores que Wallerstein caracteriza como formativos de la sociología: Durkheim, Marx y Weber, estas tres figuras son consideradas por Wallerstein como las fundadoras del campo. Observa que esta agrupación de autores procede de Talcott Parsons, y su triada Durkheim, Weber, Pareto. Cada uno de los autores, caracterizados por Wallerstein como formativos, aporta un axioma a la cultura sociológica.
Wallerstein observa que Durkheim, en el prefacio a la 2ª edición de Las reglas del método sociológico (1901) se formuló las siguientes preguntas ¿Por qué los individuos poseen unas series de valores específicos y no otras? ¿Y por qué las personas con ‘antecedentes similares’ tienen más probabilidad de compartir entre sí la misma serie de valores que personas con antecedentes disímiles? Para formular estas preguntas debemos partir de tres presupuestos fundamentales: a) que “los hechos sociales deben ser tratados como cosas”, b) que “los fenómenos sociales [son] externos a los individuos”, y c) que “la coacción social no es lo mismo que la coacción física porque no es inherente sino impuesta desde afuera”. Wallerstein describe a Durkheim como institucionalista, pues observa que, para que un hecho social exista, se precisa de interacciones individuales, estas se materializan en creencias y modos de comportamiento instituidos por la colectividad. En este sentido Durkheim encuentra que la sociología puede ser definida como la ciencia de la génesis y funcionamiento de las instituciones. Durkheim aporta el primer axioma de la cultura sociológica: “Existen grupos sociales que tienen estructuras explicables y racionales.”[8]
El primer axioma nos lleva a un problema fundamental sobre la unidad interna de los grupos. Es decir, nos preguntamos ¿por qué los grupos sociales que supuestamente son una unidad de hecho tienen luchas internas? Esta dificultad nos lleva al pensamiento del segundo teórico del legado sociológico. En el Manifiesto del partido comunista, Marx observa que la historia de toda sociedad es la historia de la lucha de clases. Es pues que el axioma 1, debe ser matizado desde esta perspectiva, la nueva sociología precisa de una historiografía de la lucha de clases. El conflicto social marxista representa el segundo axioma de la cultura sociológica: “Todos los grupos sociales contienen subgrupos que se escalonan según jerarquías y que entran en conflictos entre sí.”[9]
Hasta ahora hemos admitido que, para seguir hablando de un hecho social, es preciso de existen grupos sociales con estructuras explicables, y que estos grupos no son homogéneos, pues existen subgrupos con conflictos entre sí. Wallerstein parte de los Axiomas 1 y 2 para preguntarse “¿Por qué todas las sociedades simplemente no explotan o se despedazan o se destruyen a sí mismas de algún otro modo?”. Si existe la contradicción entre subgrupos, y dicha contradicción no los ha llevado a desaparecer, pareciera que existe un cierto ‘orden’ en la vida social. Con estos planteamientos Wallerstein introduce Weber, el tercer autor del legado sociológico. Se recupera de este último su insistencia en explicaciones culturales, sobre explicaciones económicas. El problema del sociólogo alemán es la legitimidad o el fundamento de la autoridad, ¿por qué los sujetos obedecen? Existe una creencia en la legitimidad. Existen, en Weber, tres tipos de autoridad, basada en fundamentos racionales, tradicionales o carismáticos. El axioma número 3 observa que: “En la medida en que los grupos/Estados contienen conflictos, ello acontece mayormente porque los subgrupos de menor rango conceden legitimidad a la estructura de autoridad del grupo, basados en que esto permite al grupo sobrevivir, y los subgrupos ven ventajas de largo plazo en la supervivencia del grupo.”[10]
La cultura de la sociología, propuesta por Wallerstein, contiene tres proposiciones simples. En estos tres axiomas está reunido el legado de la sociología clásica. El objetivo de este artículo es indagar en la cultura sociológica desde el pensamiento de Foucault. Para ello nos referiremos al tratamiento que ofrece en torno a estos clásicos y a su postura sobre los tres axiomas.
c) Foucault y la cultura sociológica
Con respecto a la relación con Durkheim cabe observar que es un autor que aparece de manera reiterada en la obra de Foucault. Se observa que existe una relación entre la sociología y la psicología, en tanto que la primera propone una norma y la segunda patologiza lo anormal. En ambos casos la enfermedad mental es entendida en términos negativos, el límite de la normalidad es un acuerdo, tácito, entre estas disciplinas. Ya desde su obra más temprana, Enfermedad mental y personalidad  Foucault encontró que Durkheim explicaba el hecho morboso mediante un enfoque que reunía perspectivas evolucionistas y estadísticas, de forma tal que “en una sociedad, se considerarían patológicos los fenómenos que al alejarse de la medida, señalan las etapas superadas de una evolución anterior, o anuncian las fases próximas de un acontecimiento que se prepara apenas”.[11] La sociología se relaciona con la psicología en tanto que ambas se refieren a la enfermedad bajo un aspecto negativo y virtual. La enfermedad se define en relación con la mediada o la norma, aspecto negativo; y el contenido de la enfermedad es definido por las posibilidades que se manifiestan en ella, aspecto virtual. “en los dos análisis [Durkheim y Benedict] la enfermedad está ubicada entre las virtualidades que sirven de margen a la realidad cultural de un grupo social”.[12] La normalidad social es un tema fundamental para Foucault, de ahí que regrese, de manera reiterada a Durkheim para plantear el problema de lo normal y lo patológico.
La obra Vigilar y castigar, nacimiento de la prisión, ofrece otra importante referencia al sociólogo francés. En este caso para advertirnos de la amenaza inminente de la ciencias humanas. Con respecto al castigo, si se adopta el punto de vista de Durkheim, podemos pensar que el paso del suplicio a la sociedad carcelar representa una evolución, una superación del salvajismo humano, el tránsito de una forma de solidaridad mecánica a una orgánica.[13] Si adoptamos el punto de vista de Foucault el abandono del suplicio no se explica por evolución, sino por el surgimiento de nuevas y más sofisticadas técnicas de poblacional.[14] “Durkheim se planteaba el problema de saber cómo la sociedad puede crear una cohesión entre los individuos; Foucault se plantea el problema inverso: cómo la sociedad funciona a partir de la exclusión  (la cárcel, por ejemplo).”[15]
Con respecto a la relación de Marx con Foucault, podemos observa que es polémica. Tenemos, por un lado, la afirmación “Marx para mi, no existe”, y, por otra parte, y como en el caso de Durkheim, un reiterado retorno a sus problemáticas.  ¿Lucha genuina o alianza táctica con el marxismo en la obra de Foucault?, es un tema que aún se discute.[16] Hay que señalar que el autor alemán está presente en Las palabras y las cosas. A propósito de las ciencias humanas, se observa la concepción antropológica del marxismo y se opone a la de David Ricardo, para concluir que ambos comparten las mismas nociones de tiempo y espacio. Para Foucault no hay ruptura epistemológica entre ambas concepciones, ambos autores ponen al hombre y su temporalidad como elemento central en sus propuestas. La obra Vigilar y castigar sugiere una relación más directa con el marxismo, en tanto que analiza las mutaciones tecnológicas del aparato productivo, la divino del trabajo y los procedimientos disciplinarios. Con respecto al humanismo de Marx la posición de Foucault es ambigua, pues, por un lado, representa una esfuerzo por desantopologizar la historia (el enfoque es en los modos de producción); por otro lado, él, junto con Hegel, son los responsables del humanismo contemporáneo.
Con respecto a la relación de Foucault con Weber, se observa que el autor francés inscribe su obra en la línea del alemán, es decir en un esfuerzo por ofrecer una reflexión histórica sobre nosotros mismos.[17] No obstante se encuentran diferencias entre ambas propuestas. En primer lugar en lo referente al “tipo ideal”. Esta categoría le sirva a Weber para captar el espíritu del calvinismo o del capitalismo, mediante principios generales que le permiten comprender el comportamiento de los individuos.  El análisis de Foucault no es en estos términos. Los esquemas racionales del enclaustramiento de la anormalidad no son  principios generales, sino programas explícitos. La disciplina de la que habla Foucault, por ejemplo, no es la calvinista o  la protestante (un tipo ideal), sino la generalización y la vinculación de diferentes técnicas ordenadas en torno a objetivos específicos de control poblacional.
d) Conclusiones
La cultura sociológica, los tres axiomas del legado sociológico, están presentes en la obra de Foucault, y nos permiten ofrecer directrices para investigaciones posteriores. Con respecto a Durkheim, el axioma 1 y la idea de que existen grupos sociales con estructuras explicables y racionales, Foucault recuperará, de forma insistente, la noción de normalidad sugerida por la sociología, para anteponerla a los anormales, o a las racionalidades periféricas, cuya explicación depende de su oposición a la racionalidad social.  A propósito de Marx, el axioma 2 y la idea que los grupos sociales contienen subgrupos, podemos afirmar que toda la obra de Foucault busca definir los subgrupos, los grupoides periféricos que permanecen alejados  y marginados, de la normalidad social. Por otro lado, y siguiendo a Balibar,[18] podemos observar que el pensamiento de Foucault puede ser entendido como un materialismo del cuerpo. Con respecto a Weber, el axioma 3 y el problema de la legitimidad podemos establecer la relación de las ciencias sociales con la legitimación de una clase mayor rango, pero siempre en el contexto de una problemática permanente entre el “tipo ideal” o la normalidad y la existencia de grupos periféricos con prácticas que pueden ser consideradas como patológicas.
Notas:
[1] I. Wallerstein, Abrir las ciencias sociales, Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales.
[2] Ver: P. Bourdieu, Homo Academicus.
[3]I. Wallerstein, El legados de la sociología, la promesa de la ciencia social.
[4]Ibid, p. 13
[5]I. Wallerstein, Las incertidumbres del saber, pp. 55 y ss. En el capítulo 5, Braudel y la interciencia, el autor norteamericano se refiere a la herencia de la problemática que este concepto supone.
[5]Op. Cit., I. Wallerstein, 1999, p. 15.
[6]Idem.
[7]Idem. Wallerstein define como cultura: “[un] conjunto de premisas y prácticas compartidas, compartidas [sic.] por cierto no por todos los miembros de la comunidad todo el tiempo sino por la mayoría de los miembros la mayor parte del tiempo; compartidas abiertamente, pero, lo que es aún más importante, compartidas subconscientemente, de modo tal que las premisas rara vez están sujetas a debate”. El autor se refiere a premisas simples, subconscientes, complejas y, a veces, explícitas, que comparten los miembros de una comunidad de investigadores.
[8]Ibid, p. 15. Itálicas en original.
[9]Idem. Itálicas en original.
[10]Ibid. p. 24. Itálicas en original.
[11]M. Foucault, Enfermedad mental y personalidad, pp. 83-87.
[12]Idem. “Durkheim y los psicólogos americanos han hecho de la desviación y del alejamiento de la media, la naturaleza misma de la enfermedad por efecto de una ilusión cultural que les es común: nuestra sociedad no quiere reconocerse en ese enfermo que ella encierra y aparta o encierra; en el mismo momento en que diagnostica la enfermedad, excluye al enfermo.”
[13]P. Steiner, La sociología de Durkheim. “El cambio social es un problema casi siempre presente en la obra de Durkheim […] puede ser de larga duración como el que, al responder a las modificaciones de los hechos morfológicos, permite pasar progresivamente de la solidaridad mecánica a la solidaridad orgánica.”
[14]M. Foucault, Surveiller et punir, naissance de la prison.
[15]M. Foucault, Dits et écrits, I,1954-1975.
[16]T. Lemke, Et. Al., Marx y Foucault.
[17]Op. Cit., M. Foucault, 2002, p. 814.
[18]Op. Cit., T. Lemke.
Apoyo bibliográfico:
Bourdieu, P., Homo academicus, Siglo XXI, Buenos Aires, 2008.
Foucault, M., Enfermedad mental y personalidad, Paidós studio, Barcelona, 2008.
______________, Surveiller et punir, naissance de la prison, Gallimard, París, 2004.
______________, Dits et écrits, I,1954-1975, Gallimard, París, 2001.
Lemke, T., Et. Al., Marx y Foucault, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 2006.
Steiner, P.,  La sociología de Durkheim, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 2000.
Wallerstein, I., El legados de la sociología, la promesa de la ciencia social, Editorial Nueva Sociedad, Caracas, 1999.
________________, Abrir las ciencias sociales, Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales, UNAM-Siglo XXI, México, 2011.
________________, Las incertidumbres del saber, Gedisa, Barcelona 2004.

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