Jorge Alberto Guerra
Gutiérrez
En el presente artículo se ofrece una exposición de algunos
aspectos del pensamiento de Michel Foucault, desde el marco de la categoría cultura sociológica, propuesta por
Immanuel Wallerstein. El objetivo general es construir un diálogo entre el
pensador francés y las ciencias sociales contemporáneas, para proponer nuevas
directrices en algunas problemáticas del pensamiento social (específicamente en
lo relacionado con los temas disciplinarios). Este artículo se limita a señalar
algunas directrices temáticas en relación con la sociología (o cultura
sociológica). Hay que advertir que la reflexión de Foucault se enfoca,
principalmente, en las ciencias humanas, y no en las ciencias sociales. Por
ello, para orientar la exposición, nos servimos de la obra de Wallerstein,
quien aborda directamente los problemas actuales de las ciencias sociales, en
general, y de la sociología, en particular. La presente exposición inicia con
el planteamiento de un hecho epistemológico fundamental,
que definimos como la conformación de la
mirada disciplinada y su relación con las ciencias sociales. Se observa
que, para que nuestra propuesta sea provechosa, es preciso ubicarnos en un
nivel de análisis en el que las palabras se articulan con las cosas; sólo si asumimos,
en toda su profundidad, el hecho de que nuestro lenguaje determina la
construcción de nuestra realidad, nos será posible preguntarnos por el límite
de nuestro pensamiento social, ¿qué nos es posible decir (lo pensado), y qué es
lo indecible (lo impensado), en las
ciencias sociales? Una vez esbozado nuestro planteamiento central, se ofrecerá
una exposición de la categoría cultura sociológica, con el fin de ofrecer un
marco para la exposición de algunos aspectos del pensamiento de Foucault, lo anterior
nos permitirá esbozar algunas directrices para una reflexión posterior. Finalmente
se problematiza en torno a la relación de las ciencias sociales con las
ciencias humanas, en el marco de la cultura sociológica y de la crítica a las
ciencias humanas propuesta por Fuoucault.
a) Planteamiento general
del problema en torno a la mirada
disciplinada
Se propone que existe una oposición fundamental entre la
institucionalización de la ciencias sociales (o estructura universitaria
departamental) y los objetos de estudio, relacionados con la cultura y la vida.
Es decir, el saber institucional disciplina
la mirada del investigador, la somete a un régimen específico de cosas, (el
régimen supuesto por la disciplina que se practica). Por ejemplo, un sociólogo
sólo puede referirse a hechos sociales, lo anterior por una exigencia
académica. De tal forma que, la construcción del saber social no puede exceder
la estructura institucional-departamental que lo hace posible, en este sentido
decimos que la mirada del investigador está “disciplinada” por la disciplina
que practica. Temas como la cultura y la vida no pueden ser comprendidos por el
saber institucionalizado, pues su construcción, su determinación como objetos
de investigación, precisa de una mirada no disciplinada, o lo que Wallerstein
describe como una perspectiva abierta.[1]
Mientras que las disciplinas sociales, en sentido tradicional o institucional,
deben definir su campo, para garantizar su permanencia en la estructura
departamental. En este sentdio, el objetivo principal de las ciencias sociales
es garantizar su permanencia en la institución y no confrontar, de manera
directa, la irrupción de la vida. Es un hecho que los objetos de estudio no
deben exceder los límites de la disciplina. La expulsión de Castaneda de la
antropología, por ejemplo, fue provocada por el desborde que representa para
esta disciplina la irrupción de un objeto de estudio como la brujería. Proponemos
que la aparición de la vida es un fenómeno epistemológico que trastoca todo el
saber contemporáneo. Es la vida, y su famosa e incomprendida complejidad, el
hecho que nos lleva a cuestionar los límites y las posibilidades de nuestro
saber. La cultura es tan solo una de las tantas manifestaciones de, lo que
describimos como, “El hecho fundamental del saber occidental”.
Hay que advertir que por mirada no nos referimos a la captura de datos desde una perspectiva
factual, o empirista; sino a la constitución, o intuición (en sentido
kantiano), de los objetos de estudio, en su relación con los supuestos y conceptos
espacio-temporales y lingüísticos que los hacen posibles. En este contexto la
mirada se refiere a la articulación del lenguaje con su objeto de estudio. De esta
manera se observa que el saber institucional presupone una mirada fragmentada,
la disciplina está “cerrada”, debe limitar su “campo visual”, mientras que la
cultura y la vida precisan, para su construcción, de una mirada abierta, de un
ojo postdisciplinado. Se propone que la institucionalización del saber, su
estructuración en departamentos, antecede a la irrupción de la vida, esta
última se inventó poco tiempo después que aquella. Proponemos que la aparición
de la vida supone la fractura de la homogeneidad espaciotemporal disciplinaria
y de su correlato institucional.
Para llegar a esta afirmación partimos de una idea muy
general. En el pensamiento francés posterior a la irrupción de Las palabras y las cosas la reflexión se
aleja, sin cuestionamientos, de la noción clásica de las disciplinas, pese a la
rigidez del sistema institucional continental.[2] El objetivo es ofrecer una
formulación del problema disciplinario desde una perspectiva distinta a la tradicional,
o transdisciplinaria, pues se observa que esta última parte del supuesto de una
mirada disciplinaria. Una primera aproximación al problema disciplinario, desde
la arqueología de las MC, nos
permitirá dar cuenta de la contradicción entre la mirada disciplinaria y la
irrupción de la vida. Las nociones de tiempo y espacio, presupuestas por el
saber institucionalizado, contrastan con las temporalidades específicas de los
nuevos objetos de estudio. Como veremos, desde una perspectiva arqueológica, la
complejidad presuponen nociones diferentes, e irreconciliables, con las
concepciones clásicas de tiempo y espacio. Consideremos, por ejemplo, el hecho
de que el tiempo que precisan los procedimientos institucionales de
consolidación de una nueva disciplina, contrasta con el tiempo de vida de los nuevos objetos de conocimiento.
b) La cultura
sociológica de Wallerstein
Convendría partir de la formulación de una pregunta por las
aportaciones del pensamiento de Foucault a las ciencias sociales. Pero hay que
advertir que no podemos limitarnos con indagar en torno a sus contribuciones, pues
nuestra pregunta es arqueológica. Es decir, nos cuestionamos por la
conformación de las ciencias sociales, por las condiciones
histórico-epistemológicas de posibilidad, en las que estos saberes fueron
formulados. Nos preguntamos por las concepciones fundamentales de tiempo,
espacio y referencia lingüística, que hacen posible el surgimiento de un saber
sobre los social, cuya principal característica es su fragmentación, su división
en disciplinas.
El objetivo de este apartado es ofrecer una primera
aproximación del pensamiento de Foucault a las ciencias sociales
contemporáneas. Para ello nos servimos de la categoría cultura sociológica de
Wallerstein, pues esta concepción parte de una crítica general a la sociología
tradicional, o disciplinada.
En la conferencia El
legado de la sociología, la promesa de la ciencia social,[3] Wallerstein
observa la necesidad de alejarnos de las concepciones organizacionales de la
sociología, pues señala: “No creo que la sociología siga siendo una disciplina
(pero tampoco lo son nuestras ciencias sociales hermanas)”.[4] No obstante lo
anterior, y si bien la sociología ya no es una disciplina, es preciso recuperar
su legado, si queremos seguir hablando de un saber sobre lo social. El autor
norteamericano reitera su interés en el hecho social, pero su objetivo es
liberarse de las anteojeras institucionales y de su mirada disciplinaria, para
ello propone la categoría de cultura sociológica. El objetivo de esta
conferencia es definir los retos que enfrenta la creación de esta nueva cultura
sociológica abierta, la intención es la reunificación de los saberes de la
ciencia política, la economía y la sociología. Para ello parte de la reflexión
de su maestro Braudel, en torno a la interciencia.[5] Cabe añadir que el objeto
de estudio de Wallerstein es el Moderno sistema mundial, y que para su
construcción como objeto de estudio, precisa de la erradicación de las
fronteras entre estas disciplinas.
El análisis de Wallerstein considera tres criterios o
sentidos en los que se aplica la categoría disciplina. A) Un sentido
intelectual, que divide la ciencia social en disciplinas o ámbitos de estudios.
En este contexto cada disciplina se ocupa de una región particular de la
realidad, y cuenta con métodos apropiados y fronteras definidas. En este
sentido podemos afirmar que las ciencias sociales están conformadas por
disciplinas. B) Esta segunda caracterización de las disciplinas se refiere al
correlato institucional del sentido anterior. El hecho es que el saber
intelectual surge en el marco de estructuras corporativas, de una división
organizacional del saber. En este sentido
podemos hablar de los distintos departamentos que componen una facultad.
C) Finalmente, el tercer sentido es el cultural, el cual se refiere al nivel de
las comunidades de estudiosos. La propuesta de una cultura sociológica subraya
el énfasis de los aspectos culturales, o de la conformación de comunidades de
investigadores que compartan un mismo interés en el hecho social.
La sociología fue una innovación de finales del siglo
XIX, surgió junto con otras disciplinas, que reunimos bajo la etiqueta de
ciencias sociales. Wallerstein propone un periodo de conformación de la
sociología, comprendido entre 1880 y 1945. Este periodo se caracterizó por sus
intentos por definir la sociología como disciplina, y así garantizar una
posición en la entonces naciente universidad moderna. El último libro
perteneciente a esta tradición de conformación y consolidación de las
disciplinas sociales es La estructura de
la acción social, de Parsons. Gran parte de esta labor consistió en
proponer divisiones autoimpuestas, para determinar un área o enfoque específico
sobre la realidad. La labor de consolidación precisó de enfatizar las
diferencias con las disciplinas colindantes, en este sentido podemos decir qué
es y qué no es la sociología.
Wallerstein señala que existieron tres criterios para
la segmentación, o disciplinarización,
de las Ciencias Sociales. A) Una segmentación temporal, pasado/presente, con la
cual podemos distinguir la historia ideográfica de las ciencias sociales
nomotéticas (sociología, ciencia política y economía. B) Una segmentación
espacial, civilizado/otro o europeo/no europeo, con la cual se separan la
antropología y los estudios orientales, de las ciencias descritas en A). Y C)
Segmentación político mercantil, Mercado (o Estado)/sociedad civil, aplicable al mundo civilizado moderno. Estos
criterios de segmentación determinaron la estructuración del saber social
institucional en el periodo de conformación.
El autor norteamericano observa que, después de 1945,
una serie de hechos como el auge de EEUU en la hegemonía mundial, el
resurgimiento político del mundo no occidental y la expansión de la economía-mundo
(con la correlativa expansión del sistema-mundo universitario); la lógica de
estas tres segmentaciones perdió sentido. Es por ello que en la actualidad
existe un desdibujamiento de las fronteras establecidas mediante estas tres
segmentaciones. Wallerstein observa que, para 1970,
[…] ya no era posible defender esos nombres, esas
fronteras, como intelectualmente decisivas o incluso útiles […] El resultado es
que varias disciplinas de las ciencias sociales han dejado de ser disciplinas
porque ya no representan áreas de estudio obviamente diferentes con métodos
diferentes y, por ende, con fronteras firmes y distintivas.[5]
Durante el periodo formativo de las ciencias sociales,
el objetivo era la institucionalización. La institucionalización representa la
creación de una red humana con fronteras, que toma la forma de estructuras
corporativas, con códigos específicos para la movilidad profesional ascendente.[6]
Wallerstein considera que no se disciplina el intelecto, sino la práctica, por
ello admite una distinción entre los aspectos institucionales y los culturales.
De esta manera el análisis de la sociología como organización en el mundo del
conocimiento es distinto tanto del análisis de la sociología como disciplina
intelectual, como de una perspectiva de la sociología como movimiento cultural.
El hecho fundamental, el interés de recupera la categoría de cultura
sociológica está en reconocer que nos encontramos en una situación anómala,
pues la organización perpetúa una institución caduca, que contrasta con el
desarrollo de una disciplina intelectual y una cultura sociológica.
La apuesta de Wallerstain consiste en caracteriza la
sociología como una cultura o “comunidad de estudiosos que comparten ciertas
premisas”, mediante la distinción de la sociología entendida como estructura
institucional. Advierte que “la cultura de la sociología es reciente y
vigorosa, pero también frágil, y que puede continuar enriqueciéndose sólo si se
transforma”.[7] La conformación de esta cultura sociológica precisa, en primer
lugar, de hacer suyo el legado de las ciencias sociales, en segundo término de
transformar nuestra estructura institucional obsoleta.
La sociología, entendida como disciplina intelectual,
cuenta con un conjunto de premisas, con un legado, provenientes de la reflexión
de los pensadores que Wallerstein caracteriza como formativos de la sociología:
Durkheim, Marx y Weber, estas tres figuras son consideradas por Wallerstein
como las fundadoras del campo. Observa que esta agrupación de autores procede
de Talcott Parsons, y su triada Durkheim, Weber, Pareto. Cada uno de los
autores, caracterizados por Wallerstein como formativos, aporta un axioma a la
cultura sociológica.
Wallerstein observa que Durkheim, en el prefacio a la
2ª edición de Las reglas del método sociológico
(1901) se formuló las siguientes preguntas ¿Por qué los individuos poseen
unas series de valores específicos y no otras? ¿Y por qué las personas con
‘antecedentes similares’ tienen más probabilidad de compartir entre sí la misma
serie de valores que personas con antecedentes disímiles? Para formular estas
preguntas debemos partir de tres presupuestos fundamentales: a) que “los hechos
sociales deben ser tratados como cosas”, b) que “los fenómenos sociales [son]
externos a los individuos”, y c) que “la coacción social no es lo mismo que la
coacción física porque no es inherente sino impuesta desde afuera”. Wallerstein
describe a Durkheim como institucionalista, pues observa que, para que un hecho
social exista, se precisa de interacciones individuales, estas se materializan
en creencias y modos de comportamiento instituidos por la colectividad. En este
sentido Durkheim encuentra que la sociología puede ser definida como la ciencia
de la génesis y funcionamiento de las instituciones. Durkheim aporta el primer
axioma de la cultura sociológica: “Existen
grupos sociales que tienen estructuras explicables y racionales.”[8]
El primer axioma nos lleva a un problema fundamental
sobre la unidad interna de los grupos. Es decir, nos preguntamos ¿por qué los
grupos sociales que supuestamente son una unidad de hecho tienen luchas
internas? Esta dificultad nos lleva al pensamiento del segundo teórico del
legado sociológico. En el Manifiesto del
partido comunista, Marx observa que la historia de toda sociedad es la historia
de la lucha de clases. Es pues que el axioma 1, debe ser matizado desde esta
perspectiva, la nueva sociología precisa de una historiografía de la lucha de
clases. El conflicto social marxista representa el segundo axioma de la cultura
sociológica: “Todos los grupos sociales
contienen subgrupos que se escalonan según jerarquías y que entran en
conflictos entre sí.”[9]
Hasta ahora hemos admitido que, para seguir hablando
de un hecho social, es preciso de existen grupos sociales con estructuras
explicables, y que estos grupos no son homogéneos, pues existen subgrupos con
conflictos entre sí. Wallerstein parte de los Axiomas 1 y 2 para preguntarse “¿Por
qué todas las sociedades simplemente no explotan o se despedazan o se destruyen
a sí mismas de algún otro modo?”. Si existe la contradicción entre subgrupos, y
dicha contradicción no los ha llevado a desaparecer, pareciera que existe un
cierto ‘orden’ en la vida social. Con estos planteamientos Wallerstein
introduce Weber, el tercer autor del legado sociológico. Se recupera de este
último su insistencia en explicaciones culturales, sobre explicaciones
económicas. El problema del sociólogo alemán es la legitimidad o el fundamento
de la autoridad, ¿por qué los sujetos obedecen? Existe una creencia en la legitimidad.
Existen, en Weber, tres tipos de autoridad, basada en fundamentos racionales,
tradicionales o carismáticos. El axioma número 3 observa que: “En la medida en que los grupos/Estados
contienen conflictos, ello acontece mayormente porque los subgrupos de menor
rango conceden legitimidad a la estructura de autoridad del grupo, basados en
que esto permite al grupo sobrevivir, y los subgrupos ven ventajas de largo
plazo en la supervivencia del grupo.”[10]
La cultura de la sociología, propuesta por Wallerstein,
contiene tres proposiciones simples. En estos tres axiomas está reunido el
legado de la sociología clásica. El objetivo de este artículo es indagar en la
cultura sociológica desde el pensamiento de Foucault. Para ello nos referiremos
al tratamiento que ofrece en torno a estos clásicos y a su postura sobre los
tres axiomas.
c) Foucault y la cultura
sociológica
Con respecto a la relación con Durkheim cabe observar que es un
autor que aparece de manera reiterada en la obra de Foucault. Se observa que
existe una relación entre la sociología y la psicología, en tanto que la
primera propone una norma y la segunda patologiza lo anormal. En ambos casos la
enfermedad mental es entendida en términos negativos, el límite de la
normalidad es un acuerdo, tácito, entre estas disciplinas. Ya desde su obra más
temprana, Enfermedad mental y personalidad Foucault encontró que Durkheim explicaba el
hecho morboso mediante un enfoque que reunía perspectivas evolucionistas y
estadísticas, de forma tal que “en una sociedad, se considerarían patológicos
los fenómenos que al alejarse de la medida, señalan las etapas superadas de una
evolución anterior, o anuncian las fases próximas de un acontecimiento que se
prepara apenas”.[11] La sociología se relaciona con la psicología en tanto que
ambas se refieren a la enfermedad bajo un aspecto negativo y virtual. La
enfermedad se define en relación con la mediada o la norma, aspecto negativo; y
el contenido de la enfermedad es definido por las posibilidades que se manifiestan
en ella, aspecto virtual. “en los dos análisis [Durkheim y Benedict] la
enfermedad está ubicada entre las virtualidades que sirven de margen a la
realidad cultural de un grupo social”.[12] La normalidad social es un tema
fundamental para Foucault, de ahí que regrese, de manera reiterada a Durkheim
para plantear el problema de lo normal y lo patológico.
La obra Vigilar
y castigar, nacimiento de la prisión, ofrece otra importante referencia al
sociólogo francés. En este caso para advertirnos de la amenaza inminente de la
ciencias humanas. Con respecto al castigo, si se adopta el punto de vista de
Durkheim, podemos pensar que el paso del suplicio a la sociedad carcelar
representa una evolución, una superación del salvajismo humano, el tránsito de
una forma de solidaridad mecánica a una orgánica.[13] Si adoptamos el punto de
vista de Foucault el abandono del suplicio no se explica por evolución, sino
por el surgimiento de nuevas y más sofisticadas técnicas de poblacional.[14]
“Durkheim se planteaba el problema de saber cómo la sociedad puede crear una
cohesión entre los individuos; Foucault se plantea el problema inverso: cómo la
sociedad funciona a partir de la exclusión
(la cárcel, por ejemplo).”[15]
Con respecto a la relación de Marx con Foucault,
podemos observa que es polémica. Tenemos, por un lado, la afirmación “Marx para
mi, no existe”, y, por otra parte, y como en el caso de Durkheim, un reiterado
retorno a sus problemáticas. ¿Lucha
genuina o alianza táctica con el marxismo en la obra de Foucault?, es un tema
que aún se discute.[16] Hay que señalar que el autor alemán está presente en Las palabras y las cosas. A propósito de
las ciencias humanas, se observa la concepción antropológica del marxismo y se
opone a la de David Ricardo, para concluir que ambos comparten las mismas
nociones de tiempo y espacio. Para Foucault no hay ruptura epistemológica entre
ambas concepciones, ambos autores ponen al hombre y su temporalidad como
elemento central en sus propuestas. La obra Vigilar
y castigar sugiere una relación más directa con el marxismo, en tanto que
analiza las mutaciones tecnológicas del aparato productivo, la divino del
trabajo y los procedimientos disciplinarios. Con respecto al humanismo de Marx
la posición de Foucault es ambigua, pues, por un lado, representa una esfuerzo
por desantopologizar la historia (el enfoque es en los modos de producción);
por otro lado, él, junto con Hegel, son los responsables del humanismo
contemporáneo.
Con respecto a la relación de Foucault con Weber, se
observa que el autor francés inscribe su obra en la línea del alemán, es decir
en un esfuerzo por ofrecer una reflexión histórica sobre nosotros mismos.[17]
No obstante se encuentran diferencias entre ambas propuestas. En primer lugar
en lo referente al “tipo ideal”. Esta categoría le sirva a Weber para captar el
espíritu del calvinismo o del capitalismo, mediante principios generales que le
permiten comprender el comportamiento de los individuos. El análisis de Foucault no es en estos
términos. Los esquemas racionales del enclaustramiento de la anormalidad no
son principios generales, sino programas
explícitos. La disciplina de la que habla Foucault, por ejemplo, no es la
calvinista o la protestante (un tipo
ideal), sino la generalización y la vinculación de diferentes técnicas
ordenadas en torno a objetivos específicos de control poblacional.
d) Conclusiones
La cultura sociológica, los tres axiomas del legado sociológico,
están presentes en la obra de Foucault, y nos permiten ofrecer directrices para
investigaciones posteriores. Con respecto a Durkheim, el axioma 1 y la idea de
que existen grupos sociales con estructuras
explicables y racionales, Foucault recuperará, de forma insistente, la
noción de normalidad sugerida por la sociología, para anteponerla a los
anormales, o a las racionalidades periféricas, cuya explicación depende de su
oposición a la racionalidad social. A
propósito de Marx, el axioma 2 y la idea que los grupos sociales contienen
subgrupos, podemos afirmar que toda la obra de Foucault busca definir los
subgrupos, los grupoides periféricos que permanecen alejados y marginados, de la normalidad social. Por
otro lado, y siguiendo a Balibar,[18] podemos observar que el pensamiento de
Foucault puede ser entendido como un materialismo del cuerpo. Con respecto a
Weber, el axioma 3 y el problema de la legitimidad podemos establecer la
relación de las ciencias sociales con la legitimación de una clase mayor rango,
pero siempre en el contexto de una problemática permanente entre el “tipo ideal”
o la normalidad y la existencia de grupos periféricos con prácticas que pueden
ser consideradas como patológicas.
Notas:
[1] I. Wallerstein, Abrir
las ciencias sociales, Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las
ciencias sociales.
[2] Ver: P. Bourdieu, Homo
Academicus.
[3]I. Wallerstein, El legados de la sociología, la promesa de la ciencia social.
[4]Ibid, p. 13
[5]I. Wallerstein, Las
incertidumbres del saber, pp. 55 y ss. En el capítulo 5, Braudel y la interciencia, el autor
norteamericano se refiere a la herencia de la problemática que este concepto
supone.
[5]Op. Cit., I. Wallerstein, 1999, p. 15.
[6]Idem.
[7]Idem. Wallerstein define como cultura:
“[un] conjunto de premisas y prácticas compartidas, compartidas [sic.] por
cierto no por todos los miembros de la comunidad todo el tiempo sino por la
mayoría de los miembros la mayor parte del tiempo; compartidas abiertamente,
pero, lo que es aún más importante, compartidas subconscientemente, de modo tal
que las premisas rara vez están sujetas a debate”. El autor se refiere a
premisas simples, subconscientes, complejas y, a veces, explícitas, que
comparten los miembros de una comunidad de investigadores.
[8]Ibid, p. 15. Itálicas
en original.
[9]Idem. Itálicas en original.
[10]Ibid. p. 24.
Itálicas en original.
[11]M. Foucault, Enfermedad mental y personalidad, pp.
83-87.
[12]Idem. “Durkheim y los psicólogos americanos han hecho de la
desviación y del alejamiento de la media, la naturaleza misma de la enfermedad
por efecto de una ilusión cultural que les es común: nuestra sociedad no quiere
reconocerse en ese enfermo que ella encierra y aparta o encierra; en el mismo
momento en que diagnostica la enfermedad, excluye al enfermo.”
[13]P. Steiner, La sociología de Durkheim. “El cambio
social es un problema casi siempre presente en la obra de Durkheim […] puede
ser de larga duración como el que, al responder a las modificaciones de los hechos
morfológicos, permite pasar progresivamente de la solidaridad mecánica a la
solidaridad orgánica.”
[14]M. Foucault, Surveiller et punir, naissance de la prison.
[15]M.
Foucault, Dits et écrits,
I,1954-1975.
[16]T. Lemke, Et. Al., Marx
y Foucault.
[17]Op. Cit., M. Foucault, 2002, p. 814.
[18]Op. Cit., T. Lemke.
Apoyo bibliográfico:
Bourdieu, P., Homo academicus, Siglo XXI, Buenos
Aires, 2008.
Foucault, M.,
Enfermedad mental y personalidad, Paidós studio, Barcelona, 2008.
______________, Surveiller et punir, naissance de la prison,
Gallimard, París, 2004.
______________, Dits et écrits,
I,1954-1975, Gallimard, París, 2001.
Lemke, T., Et.
Al., Marx y Foucault, Ediciones Nueva
Visión, Buenos Aires, 2006.
Steiner,
P., La
sociología de Durkheim, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 2000.
Wallerstein, I.,
El legados de la sociología, la promesa
de la ciencia social, Editorial Nueva Sociedad, Caracas, 1999.
________________,
Abrir las ciencias sociales, Comisión
Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales, UNAM-Siglo
XXI, México, 2011.
________________,
Las incertidumbres del saber, Gedisa,
Barcelona 2004.
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