Por: Leonardo Nicolás González Torres.
Se
pretende en el presente ensayo ahondar en las problemáticas de las comunidades
marginales y la relación de esta condición con el concepto de estigma propuesto
por Goffman (1963).
Se
busca además pensar algunas posibles causas de
la violencia en los contextos marginales y ubicar posturas teóricas que
acentúan la posibilidad de cambio en la cultura a partir de una revisión de la
idea de utopía y paz cultural.
Se
comenzara por hacer una descripción del término marginalidad, para pasar luego
a relacionarlo con el de estigma. Finalmente se expondrán algunas consideraciones
en torno al interrogante sobre la posibilidad de cambio en la cultura,
apoyándose en la teoría del conflicto de Galtung (1969) y las consideraciones
sobre la cultura como posibilidad de Zemelman (2007).
Para
el análisis del término estigma tomaremos como base a los planteos teóricos de Goffman (1963). En relación a marginalidad,
se utilizaran los planteos de Germani (1980) y Soto (2010) apoyándonos además
en las consideraciones sobre la marginalidad en México, planteadas por Ramos (2010).
En
relación a paz y conflicto, se tomaran en consideración la postura de Galtung
(1969) y Harto de Vera (2012)
Finalmente
en relación al concepto de cultura como posibilidad, nos apoyaremos en la
discusión en relación a la cultura y el poder planteada por Zemelman (2007).
Según
Germani (1980), en América Latina, se empezó a usar el término marginalidad a
partir de una concepción ecológica urbana, aplicándolo a aquellos sectores de
la población excluidos en espacios fuera del sistema de servicios urbanos, y
cuyo nivel de vida y condiciones de trabajo permanecían excluidos del sistema
económico social de la producción, como también del sistema regulador de
servicios, bienes y consumo.
Para
Ramos (2010):
“… la marginalidad,
se relaciona con el crecimiento de las ciudades, cuya consecuencia es que en la
periferia de las mismas, se encuentren grandes masas de población en busca de
empleo, desempeñando actividades de baja productividad…” (pág. 262)
El crecimiento de la urbe, trajo aparejado el
hacinamiento y falta de opciones a ciertos sectores de la población cuya
realidad estuvo marcada y condicionada por la presencia de necesidades básicas
insatisfechas y la pobreza.
En
México, la CONAPO (2010), elabora anualmente el Índice de marginación,
éste resume a nueve indicadores: el
analfabetismo, población sin primaria completa, viviendas sin drenaje, sin
electricidad y sin agua entubada, en hacinamiento, con piso de tierra,
poblaciones que viven en localidades menores a 2500 habitantes y que tienen
ingresos menores a dos salarios mínimos.
El
sistema de distribución de las riquezas, implica para su justa ejecución, la
repartición equitativa de las mismas dentro de una nación. Las comunidades
marginales están en todo el mundo y
están al margen justamente porque no gozan de los servicios básicos de
los que pueden hacerlo el resto de las sociedades en la que se encuentran
situadas.
“La marginalidad es un concepto que posee un carácter universal, dado que
refleja la realidad en la cual se encuentran ciertos grupos de población, evidencia una realidad concreta, única,
que lleva a comprender un conjunto de
elementos determinados relacionados entre sí.
Se presenta como escasez de vivienda, pobreza, falta de servicios (como la electricidad, salud, educación, etc.).
Un indicador que permite realizar el análisis directo de ésta, es el “índice de
marginación”, el cual explica éstas diferencias y a la vez da a conocer el
impacto regional de las políticas públicas aplicadas por el gobierno” ( Soto,
2010: 266)
Ahora
bien, la problemática que nos ocupa en este texto, a sabiendas de la realidad
marginal de muchas comunidades mexicanas, es su relación con los conflictos,
violencia y estigma social que pudiera producir.
Nos
preguntamos, pues, por las implicaciones que tiene la marginalidad en la
interacción social con lo que Erving Goffman (1963) llama la “normalidad”.
En el texto “Estigma: la identidad
deteriorada”, el autor comienza recapitulando la idea griega en relación a los “signos
corporales con los cuales se intentaba exhibir algo malo y poco habitual en el
status moral de quien los presentaba” (1969:11).
Los estigmas, pueden dividirse en tres
grandes tipos. El primero, correspondiente a las abominaciones del cuerpo, el
segundo a los defectos del carácter y el
tercero a los estigmas tribales, estos se refirieren a la raza, la nación, etc.
“Creemos, por
definición, desde luego, que a persona que tiene un estigma no es totalmente
humana. Valiéndonos de este supuesto practicamos diversos tipos de
discriminación, mediante la cual reducimos en la práctica, aunque a menudo sin
pensarlo, sus posibilidades de vida.” (Goffman, 1963:15)
Los estigmas, son los signos visibles de una
condición personal percibida por la cultura, como negativa.
El estigma aniquila la posibilidad de que el
estigmatizado pueda ser considerado normal, “uno de los nuestros”, por así
decirlo. Deshumaniza el modo de vida del otro, independientemente de su
posibilidad de cambio. Le niega la opción de poder pensarse y representarse
como alguien digno en su diferencia.
Al pensar a la persona estigmatizada como no
totalmente humana, practicamos diversos tipos de discriminación y construimos
una teoría del estigma para justificar nuestro rechazo. Les atribuimos a ellos,
un gran número de imperfecciones. El estigma muestra, lo que el sujeto quiere
ocultar, a sabiendas del rechazo que implica.
El estigmatizado, se sabe diferente. Sabe que
al encontrarse con los “normales” se sentirá el peso del diferente status
social en la interacción. Ignora la categoría en que sea ubicado y conoce que
los demás pueden ubicarlo en base a su estigma. No sabe lo que los demás
pensaran de él y también puede sentirse exhibido.
“En lugar de retraerse defensivamente, el individuo
estigmatizado puede intentar establecer
contactos mixtos mediante balandronadas agresivas, pero esto puede provocar en los demás una serie de respuestas
impertinentes. Se puede agregar que el individuo estigmatizado vacila a veces entre el retraimiento y la bravata,
saltando de uno a otra, y poniendo así de manifiesto una modalidad fundamental,
en la cual la interacción cara a cara
puede volverse muy violenta.”(1969:31)
La violencia, en este caso, resulta de un
previo inter-juego social que se caracteriza por la ansiedad ante la
interacción estigmatizados-normales, como así también la necesidad de ser
integrado, considerado, visto, etc.
Esto abre
interrogantes en torno al peso del estigma social y las manifestaciones de la
violencia y la posibilidad de la cultura de la paz.
Es decir, en
la medida que el estigma opera violentando la condición de posibilidad del
estigmatizado, promueve una interacción cara a cara que reproduce la violencia
y genera conflicto.
Para Harto de Vera (2012), la paz y el
conflicto pueden ser entendidos como dos situaciones normales, en función de
que no representan patologías en sí mismas y ambos son parte de la dinámica
social.
Sin embargo, esto no implica que los
conflictos no representen un coste. El enfrentamiento sostenido ante un
enemigo, genera un desgaste excesivo que puede producir daños materiales,
económicos, etc. y termina por generar una herida histórica en las comunidades,
como también favorecer en muchos casos, un estigma social.
En este sentido, se piensa que el concepto de
violencia cultural (Galtung, 1969), entendido como las legitimaciones en las
prácticas culturales de la violencia directa, es decir aquella que se observa
directamente, se relaciona con la estigmatización de las poblaciones marginadas
y su consecuente rechazo.
La
promoción y tolerancia a la discriminación, pudiera ser uno de los factores
sobre los que se sienta las bases para la violencia directa en la interacción
entre las comunidades marginadas y no marginadas.
Sin embargo, ésta no es la única realidad
posible. A pesar de las connotaciones
negativas que tiene vivir en una comunidad marginal y el rechazo o
discriminación propia de la dinámica antedicha, la cultura ofrece siempre la
posibilidad de transformación.
La
cultura es creación que busca una construcción de lo posible. Al respecto de la
posibilidad de cambio en los países y comunidades marginadas, Zemelman (2007)
afirma:
“Ello
significa entender a la cultura como creación, y en tanto tal, como conciencia
y voluntad, como portadora en el presente de las relaciones entre pasado y
futuro, entre historia y utopía […] la cultura es portadora de un amplio
potencial movilizador, creadora y recreadora del imaginario social y por ello
siempre abierto a la utopía, hacia la construcción de lo posible.”(Zemelman,
2007: 167)
La
dinámica social, es producto a su vez de los proyectos y actores sociales, en
post de un sentido.
En
síntesis, creemos que el fenómeno de la
marginalidad implica un estigma que genera y es generado a partir de la
violencia cultural, y es solo a partir
del cambio en el imaginario social de lo que es reprobable o no, que se abre la
posibilidad a una convivencia pacífica entre los miembros de comunidades
marginales y no marginales.
¿Qué
nos espera en el futuro, en relación al modo de relacionarnos con las
comunidades en desventaja social? ¿Pudiésemos construir una sociedad en la que
el diálogo sobre la marginación este presente, no solo en el ámbito académico,
sino también en los foros constituidos por la ciudadanía en general?
Creemos que en la medida en que se promueva
el dialogo sobre los estigmas sociales de la marginalidad, se abrirá el camino
a una sociedad en donde la discriminación no abra paso a la violencia.
BIBILOGRAFÍA:
CALDERÓN, PERCY (2009), “Teoría de conflictos de Johan Galtung”, Revista de paz y
conflictos, Instituto de la paz y los conflictos, Barcelona. pp. 60-81
RAMOS SOTO, A. (2010) “Características de la marginalidad urbana:
el caso del estado de Oaxaca”. México, Entelequia 12. pp.261 – 272.
HARTO DE VERA, F.(2013), “La mediación y la investigación para la
paz: la búsqueda de alternativas pacíficas a los conflictos en la arena internacional”,
Madrid, Política y sociedad, Vol 50, pp.
53-70.
SALAMA, PIERRE, “Informe
sobre la violencia en América Latina”. Revista de Economía Institucional, primer
semestre, Colombia, 2008, pp. 81-102.
DE LA VEGA, S; TELLEZ, Y;
LÓPEZ, J. (2012), Índice de marginación
por localidad. México. CONSEJO NACIONAL DE POBLACION,
DELFINO, A, La noción de marginalidad en la teoría social latinoamericana:
surgimiento y actualidad. Colombia, Universitas Humanística, núm. 74, pp.
17-34.
GOFFMAN, E.( 2006), Estigma: la identidad deteriorada. Buenos Aires Ed. Amorrortu.
ZEMELMAN, H. La cultura y el poder, en
Latinoamérica hoy. México. Ed. Sigo XX, Editorial de la universidad de las
naciones unidas.
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